Desde septiembre no escribo nada en el blogs –que no en la libretilla verde que me he agenciado para tomar notas–, lo único que me ha interesado es intentar leer, para ver como esta mi estado de animo, concentración, etc... y todo eso que te dicen los psiquiatras y psicólogos/as, para que mejores de la enfermedad del vitriolo, comúnmente conocido como estado de ánimo quemado.
Es decir intentar descansar para hacer una vida medianamente normal, lo más parecido a la que llevaba con anterioridad, así que en este momento me dispongo a hacer una pequeña lista de los libros que he leído antes de irme a descansar o ya descansando en la cama, esos 20 a 30 minutos antes de intentar dormir y descansar mediante métodos medicinales y el tradicional, de aletargarte con una buena lectura.
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En ese tiempo estaba leyendo Ciudad de cristal de Paul Auster, que es la primera novela con la que el autor inicia La trilogía de Nueva York, las otras dos, –Fantasmas y La Habitación Cerrada–, no las he leído por ahora.
Es como dice la reseña, una novela de intriga –thriller–, bastante especial y diferente a lo que normalmente es una novela de ese tipo. Era la segunda novela de Paul Auster que leía.
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Después creo, si mi memoria no me hace una de las suyas, he ido leyendo los siguientes libros: Lectura 1ª:
Me atrajo el libro Elegía para un americano de al autora Siri Hustvedt, (esposa de Paul Auster).
Si me gustó, Invisible de Paul Auster, y su forma de escribir; la de Siri Hustvedt me parece más relajante y directa, fácil de leer. A mi entender es muy buena escritora, se trabaja muchísimo los libros y me pasé un rato "very nice" leyendo ese precioso libro.
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Lectura 2ª:
Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia (5º libro del detective Héctor Belascoarán Shayne), del escritor Paco Ignacio Taibo II, era la primera vez que leía a este escritor y la verdad no tiene nada que envidiar a los Henning Mankell y demás escritores nórdicos del momento. Lo único que varía son los lugares donde se desarrolla la trama y su forma diferente de contar sus episodios y peripecias.
Es otra forma de entretener, con una sociedad menos moderna que la centroeuropea, pero con los mismos problemas humanos.
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Lectura 3ª:
Noticia de un secuestro de Gabriel García Márquez, la lectura me fue intrigando y enganchando a medida que pasaban los días (solo leo antes de dormir por la noche), es un libro muy duro –me imagino que escribirlo, como dice el autor fue aun peor–.
Gabriel García Márquez cuenta en su papel de periodista, nos trae la historia real del secuestro de Maruja Pachón Villamizar y otras nueve personas, ocurrido en Colombia en el año 1990, a manos de la organización del narcotraficante Pablo Escobar.
Difícil para los secuestrados en esa época y en cualquier tiempo, trágico por parte de los que no regresaron y muy triste las desdichas del conjunto de la sociedad que describe en el libro.
Nota: No recuerdo bien cual leí primero, Noticia de un secuestro o Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia, son cosas de la memoria (enfermedad del vitriolo).
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Lectura 4ª:
Antés de la concesión del premio Nóbel a Mario Vargas Llosa, empecé a leer Travesuras de la niña mala, novela que narra la vida de Ricardito, un hombre que siempre ha querido vivir en Paris, y una vez en esa ciudad vuelve a reencontrar a un amor de su juventud –la chilenita–.
Historia de amor y desamor, de pasión y odio, amor indefinible, destino perverso para el que lo padece, y dolor sobre todo por culpa de las travesuras de la niña mala. La pregunta que propone el escritor es: ¿Cuál es el verdadero rostro del amor?, respuestas hay para todos los gustos.
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Lectura 5ª:
Después de una lectura un poco difícil para los sentimientos personales, intento relajarme con una novela de intriga-policíaca, en este caso elegí la cuarta novela del comisario Martín Beck, El policía que ríe escrita en los años 60 por la pareja sueca Maj Sjöwall y Per Wahlöö, son los primeros en plasmar e impulsar el desarrollo de la novela de intriga sueca.
Tan buena como las de Henning Mankell, Asa Larsson, Stieg Larsson, etc..
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Lectura 6ª: Vuelta a la literatura hispanoamericana a cargo de Mario Vargas Llosa, la novela elegida fue Pantaleón y las visitadoras, novela que recuerdo haber visto adornando algunos muebles-bar de la casa de algunos amigos del barrio.
Relato muy divertido para pasar un buen rato, pero con un trasfondo social triste y duro, aunque este contado en forma de esperpento. Bastante ameno y divertido, te puedes "reir".
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Lectura 7ª: No se porque elegí esta novela, pero ocurrió. El otoño del Patriarca de Gabriel García Márquez es un poco enrevesada y dificultosa de leer, en realidad bastante, sobre todo si se lee a salto de mata -de noche en noche- .
El autor indicó que fue la novela que más trabajo le costó escribir y se nota, tal vez por la falta de fluidez y su complejidad atemporal. Para entenderla y comprenderla en su totalidad hay que releerla.
Es validad para todos los dictadores, opresores, en general gente totalitaria, que trata y maneja a las personas como borregos –en este caso como vacas y gallinas–, de esos tenemos bastantes por doquier, solo hay que mirar a los que se presentaron y hasta emergieron en las últimas elecciones catalanas. Leones disfrazados de corderos nacionalistas; también los tenemos en el cortijo socia..as (no te digo la letra que falta) del sur de España.
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Lectura 8ª:
La última lectura fue la obra del autor brasileño Paulo Coelho, de título Verónica decide morir, "una novela sobre la locura", como dice el título del libro.
Habla sobre la felicidad-no felicidad, del ser humano y su destino final. Escritor de estilo natural y accesible. Lectura libre.
Me he visto muy identificado con el personaje de esta novela, tal vez por eso la leí.
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La lectura actual es una vuelta a mis comienzos, a la novela negra de intriga, de relajación con Henning Mankell y la continuación de la serie del inspector Wallander, de titulo Antes de que hiele. Un autor que me recomendó la persona que más quiero y que me ha ayudado siempre que la he necesitado. PD: Perdonadme los errores, pues ahora mismo no domino la introducción de entradas en el blogs y estoy un poco-bastante torpe.
Nota:Mi agradecimiento a Isabel (mi psico) que me recuperó. Gracias.
Se
llamaban Lía y Chisca. Eran hermanas, casi de la misma edad, Chisca era 14
meses mayor que Lía, y tenía el pelo ondulado y rubito, mientras que Lía lo
tenia totalmente lacio y un poco más oscurito; las dos eran de piel clara como
su madre – que tenia lo que se decía por entonces, piel de marquesa – y tenían
casi la misma estatura; Chisca era la más asustona de las dos y Lía era más
atrevida.
En esa
época, las mujeres tenían muchos hijos seguidos y escalonados, hasta que su
experiencia les enseñaba cuando y como tenían que dejar de parir, aprendiendo
toda clase de subterfugios para no tener traer más hijos al mundo y que pasaran
necesidades, en realidad era “anhelo de todo”, pues no había nada.
Tenían
cuatro hermanos más – dos niños y dos niñas –, una hermana y los dos hermanos
eran mayores que ellas dos y vivían junto con sus padres –Svan y Rossi- en una
casita-choza casi medieval. Svan era doce años mayor que Rossi. Según cuentan
se casaron para que Rossi pudiera escapar del dominio y la crueldad de sus
padres adoptivos que solo la quisieron para tenerla de criada durante el tiempo
que vivió con ellos.
Eran
los primeros pobladores de la zona en donde tenían su
terreno-solar-casita-hogar, un descampado de mala tierra, – por donde pasaba un
arroyo, seco en verano y desbordado en invierno – que no servia ni para que
crecieran los jaramagos y donde los pobres de los sitios más dispares irían
concentrándose y con el tiempo se convertiría en una barriada de las
inmediaciones del centro de la ciudad. En ese tiempo nada más que existían
varias casas muy retiradas entre ellas, esparcidas en ese descampado.
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Tanto
Lía como Chisca, tenían que ayudar a su padre en el único trabajo que tenia a
veces para el sustento de la familia, pues los dos hermanos estaban desde
pequeñitos trabajando en una vaquería durante todo el día y allí les daban de
comer, por dicho trabajo.
Cuando
no tenía trabajo en el campo, Svan pedía permiso al señorito de una finca
llamada el Coscollar, situada a unos 10 kilómetros de
distancia de donde ellos vivían, para podarle gratis los olivos y la madera
recogida la vendía a la panadería que había cercana a su casa.
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Svan
salía al amanecer tirando de un carro con sus dos hijas, Lía y Chisca. Tenían
que transitar empujando el carrito, en dirección norte, por unos caminitos de
polvo, piedras, tierra… entre matorrales y arbustos. Al final de los intricados
caminos, justo antes de llegar a la carretera, tenían que pasar un pequeño
monte donde había una tapia que rodeaba la casa de una familia de apellidos de
ascendencia extranjera – inglesa o alemana – y por supuesto muy rica. Las niñas
acercaban unas piedras a la pared de la tapia y se quedaban un ratito mirando
por lo alto de ella, para ver como era esa casa tan grande y muy diferente a la
suya, después salían corriendo y alcanzaban al carro y a su padre, antes de
llegar a la carretera –camino con algo de asfalto– que les llevaba en dirección
oeste hacia la finca donde Svan tenia que desmochar los olivos del “Coscollar”.
Los
primeros tres kilómetros de la carretera eran empinados y de pendiente
constante, y las niñas tenían que empujar el carrito para ayudar a Svan. A la
izquierda de la carretera había algunas casitas del mismo estilo que la que las
niñas veían por la tapia, pero no tan grandes; después todo se volvía campo a
ambos lados de la carretera.
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Cuando
el terreno era llano Svan tiraba del carrito el solo e incluso en las bajadas,
subía a sus niñas al carrito para que estuvieran alegres y se pasearan. Era una
forma de entretenerlas pues sabía que sus hijas a pesar de su corta edad –8 y 9
años– tenían que trabajar duro al llegar al olivar.
Tanto
Lía como Chisca iban cantado y felices a la ida cuando estaban en lo alto del
carrito. Antes de llegar a su destino, pasaban por delante de la casa-cuartel
de la guardia civil. Allí las saludaba la mujer del jefe del recinto. Era una
señora muy cariñosa, que además no tenía hijos y adoraba a las niñas y les
decía que se llegaran a la vuelta con su padre.
Sobre
las 11 de la mañana llegaban a la finca y dejaban la carretera entrando por un
camino pedregoso donde dejaban el carro y junto con su padre entraban en el
campo.
El carrito de las niñas
Mientras
Svan iba desmochando los árboles, las niñas eran las encargadas de llevar los
trozos de madera que su padre les indicaba al carro que estaba en el camino. Si
los pedazos de madera eran pequeños los llevaban a pulso en los brazos y cuando
eran muy pesados y grandes, tiraban de los troncones arrastrándolos por el
campo hasta el carro.
En esa
tarea se tiraban hasta las tres de la tarde. Svan siempre llevaba una garrafa
de plástico con agua para los tres.
Las
niñas acababan con los pies destrozados, pues llevaban sandalias de plástico,
de esas que con el sudor y el polvo se va formando una mezcla que se mete entre
los deditos pequeños, te cubre toda la planta del pie y este se desliza por
dentro de la sandalia. A pesar de todo para Lía y Chisca era como un juego. No
había prisa, ni futuro.
Cuando
terminaban de llenar todo el carro, Svan tiraba de el hasta sacarlo hasta la
carretera. Las niñas se entretenían en el campo intentado limpiarse la planta
de los pies para que estos no le resbalasen en las sandalias y poder empujar el
carro de su padre.
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Chisca
era la más asustona de las dos y a pesar de ser la mayor, le aterrorizaba
quedarse sola en el olivar. Lía, que lo sabia, jugaba con ella y le decía que
iba a salir corriendo y dejarla sola. Chisca ante la provocación de Lía, le
aseguró que le tiraría una piedra si no la esperaba., Cuando Lía empezó a andar
hacia la carretera dejando atrás a su hermana, ésta le tiró una piedra, con tan
mala fortuna que le dio en la cabeza y le hizo una herida por la cual comenzó a
salirle un poco de sangre.
Cuando
llegaron al final del camino, justo antes de la carretera, donde las esperaba
Svan, Lía le dijo que se había tropezado y que se había caído, su padre empezó
a curarla echándole agua de la que llevaban en la garrafa y le puso un trapo
para presionarle la herida.
Mientras
Lía gemía de dolor, Svan le preguntó que como era posible que se cayese hacia
delante y la chifarrada la tuviera en la parte de atrás de la cabeza. Cuando
Lía iba a revelar lo ocurrido a su padre, levantó la cabeza y vio el brillo de
los ojos de Chisca que la miraba fijamente a la cara y en ese momento Lía no
abrió la boca.
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Svan
era demasiado bueno con ellas y no les preguntó nada más pues estaban muy
cansados de recoger los troncones de madera. Una vez pasado el incidente entre
las dos hermanas, y cuando Lía había recuperado el aliento, entre los tres
empezaron a mover el carro de vuelta a casa.
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Cuando
pasaban por delante de la casa-cuartel ─ mientras Svan se iba a la cercana
taberna El Alambique ─, la mujer del jefe del cuartel, doña Lucinda, se quedaba
con las dos niñas. Ellas se lavaban las manos y limpiaban sus sandalias en un
grifo que había a la entrada del patio de la casa-cuartel, y mientras tanto
doña Lucinda les preparaba unos huevos fritos con ajos, pues tanto a Chisca
como a Lía les encantaban.
Durante
el almuerzo, doña Lucinda les preguntaba que si iban al colegio y ellas le
contaban que tenían que ayudar a sus padres, y que por eso no estaban en el
colegio. Las niñas no paraban de hablar y Lía le dijo que el vestido de lanilla
con florecitas que llevaba puesto se lo había hecho su madre.
Cuando
Svan regreso del Alambique, emprendieron la marcha con el carro cargado de
madera, y doña Lucinda se despidió de las niñas.
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Aunque
a Svan no se le notase nada, en la taberna se había tomado más vino de lo
recomendable para la vuelta y al rato empezó a pasarle factura la bebida,
empezó a marearse y no podía apenas tirar del carro, aunque las niñas lo
ayudaban, llegó un momento en que se cayó al suelo y no podía levantarse.
Las
niñas al ver como se encontraba su padre se pusieron a llorar pero, a pesar del
llanto le ayudaban a levantarse y empujaban el carro entre ellas dos. Así
durante todo el resto del camino de vuelta a casa. Para las niñas era un
suplicio, hasta que a Svan se le iba pasando el efecto del exceso de vino
ingerido en la taberna.
Cuando
estaban cerca de la casa, Svan ya se había recuperado de la borrachera del vino
blanco que había tomado en El Alambique, en ese momento, les daba un par de
besos a las niñas y las dejaba cerca de casa y seguía con el carro en dirección
a la panadería, donde entregaba la leña que había acordado con la dueña.
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Lía y
Chisca le contaban a su madre lo bien que se lo habían pasado y no le decían
nada de lo ocurrido por el camino, cuando tenían que ayudar a su padre y
empujar el carrito durante todo el camino de vuelta a casa.
Svan
después de vender la leña recogida en el olivar, en el camino de vuelta a casa
pasaba por una taberna cercana y se dejaba parte de lo ganado ese día.
La cena
de la familia ese día y como casi siempre según recuerdan las niñas del carrito
eran unas gachas y a dormir hasta el día siguiente, que la vida continuaba.
* * *
Doña
Lucinda les buscó un colegio ─ el Saint Anthony para niños pobres ─, para que
pudieran aprender a leer y escribir, y además comer todos los días. Del pan que
le daban en la comida, siempre guardaban un trozo que le llevaban a su madre,
pero el hambre hacia que en el camino de vuelta a casa, se convirtiera en un
trocito.
Dentro
del colegio había una tapia que las separaba de otro grupo de niñas diferentes.
Eran más altas y vestían de uniforme. En su grupo todas tenían ropa de lanilla
floreada y sandalias de plástico.
Chisca y Lía con 16 y 15 años
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Aún hoy
día las niñas recuerdan ese colegio y las aventuras en el carrito con su padre.
A pesar
de los sinsabores, siempre fueron felices con Svan y Rossi a los que cuidaron
hasta el final de sus días.
A las hermanas más buenas del mundo, que les
trasmitieron a sus hijos/as humanidad y alegría para sus vidas.
Esta historia no se sabe si real o imaginaria, para
que sus hijos y nietos las recuerden siempre
Mi padre que era muy bruto y a la vez (cosa imposible) sensible, o más bien sensiblero, decía que para que una pareja funcione debían de respetarse.
Ese fue el consejo que le dio a mi hermana y a su marido –Miguel– el día de su boda cuando el sacerdote (cura) lo obligó a decir unas palabras a las personas allí reunidas, y lo hizo por su hija a pesar de que mi padre “odiaba” a la mayoría de los curas.
La pobre, estaba tan nerviosa los días cercanos a su boda, que de lo contenta que estaba se puso tan mal, que el día anterior a la boda la tuvieron que ingresar en el hospital, de allí salio directamente hacia la iglesia.
Mi hermana cuando esta feliz y contenta se enferma y cuando esta con el “agua al cuello” le da la risa, eso le ha pasado desde pequeña. Así es la vida.
* * * *
Como pareja, mi hermana y Miguel siempre se llevaron bien, de hecho ella se lleva bien con casi todo el mundo, –igual le pasa a nuestra madre–; igual le ocurre a mi primo Pepe (primo por parte de padre y madre) y Lola (su mujer) lo mismo que a Oliva y a mi.
Somos seres muy sencillos, tal vez debido a la infancia tan feliz que hemos tenido o puede que seamos así por naturaleza, nunca se sabrá, hasta que los científicos de alguna Universidad por aburrimiento estudien la cuestión de el por qué de este estado de felicidad.
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Las parejas que se llevan bien, según dice mi psicóloga Isabel, han alcanzado lo que todo el mundo persigue en la vida (algo así como el “Santo Grial” de las relaciones humanas), yo al principio no me lo creía, pues para nosotros era algo normal (puede que natural), y me comentaba que las relaciones de pareja eran uno de los problemas más comunes en su consulta.
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Durante 20 años aproximadamente estuvimos criando (educando) a nuestros hijos y cuando pudimos, nos fuimos a viajar, ─ igual que hacíamos cuando éramos niños con mis padres, tíos y primos, que íbamos a la playa a ver a unos familiares de nuestros padres (“nuestros primos lejanos”) y recorríamos de 3 a 4 de la tarde unos pocos de kilómetros de campo, atravesando unas vías de tren, siempre con mucho cuidado, pasando todos a la vez para que no nos pillara el tren que pasaba cada hora aproximadamente ─.
La verdad es que los viajes que hicimos no eran como el de nuestro padre, que emigró en los años 60, cuando éramos niños a Alemania para poder traer dinero a la casa y de esa forma no pasar tantas dificultades y pagar las deudas, después de estar en uno de tantos apuros económicos que pasamos cuando niños. A pesar de todo mi madre siempre dijo que nunca nos ha faltado que comer.
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Las tres parejas hicimos juntos nuestro último viaje a Paris, la verdad es que todo lo que nos habían contado quedo minúsculo, nimio; nos lo pasamos de maravilla, por donde paseábamos nos miraban los franceses, pues siempre estábamos riéndonos, -cosa que en el extranjero no suelen hacer- , nos reíamos de nosotros mismos, de las bellezas de nuestro alrededor, en realidad, nos reíamos de vivir. El reírnos de esa forma en la cual disfrutábamos, es algo casi genético por parte de la familia de mi madre, sobre todo de ella misma, que seguramente tendrá un cromosoma de más, el 24R (el de la risa).
Teníamos planeado hacer un viaje al año, antes de que nos pillara el tiempo, después de veinte años cuidando niños y alrededor de treinta trabajando, y antes de que nos lo imposibilitara el cuidado de los abuelos y posiblemente al ritmo que vamos, el de los nietos (mi hermana ya tiene una nieta –Laura–). Todo esto es muy común en nuestras familias, mi abuela Rosario, dormía en mi cuarto, en una camita junto a la mía, allí descanso hasta el final. Un beso abuela.
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Las parejas que encuentran la felicidad, no quieren separarse nunca, con la mirada y un abrazo son felices, hay una complicidad que el resto de la gente no solo no entiende, sino que envidian y odian, en vez de mirar lo positivo de las cosas. A mi hermana ya no pueden odiarla ni envidiarla pues le falta Miguel, pero a pesar de todo, no le faltaremos nosotros.
Aun así, el resto la seguirá envidiando, ese es el mal de la humanidad, de este mundo que no quieren la felicidad de los demás, cuando en realidad es la de ellos mismos. Peor para ellos.
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Gracias Miguel por todo, donde quiera que estés. Con el tiempo estaremos juntos de nuevo.
En mi familia nunca hemos conocido
las vacaciones ─ era algo así como cuando vi por primera vez un saco de dormir
(allá por los años 80) ─, se había oído que existían, pero no se conocían.
Con el tiempo supe que las vacaciones son un periodo de tiempo en el cual
todos los miembros de una gran familia se juntaban, después de que los niños
terminaran el colegio, y se dedicaban a descansar y otros menesteres como
acabar peleándose entre ellos, hasta las siguientes vacaciones. Entonces pensé,
claro esas vacaciones si las teníamos de pequeños, pero con algunas salvedades,
que duraban un día, que era el tiempo que descasaban nuestros padres (los míos
y de mis primos).
Ese único día se dedicaba por ejemplo a visitar a familiares lejanos (en
distancia y tiempo), la preparación consistía en que todas las madres y padres
nos reunían en una casa y desde allí partíamos andando para ver en un sitio
lejanísimo a los “familiares lejanos”, tan lejanos que tardábamos más de una
hora andando entre campos de trigo, cementerios, vías de tren y un sol de
espanto, alguna que otra barriada, llanos cubiertos de matojos secos, cardos
borriqueros, etc... y cuando estábamos a punto de desfallecer de agotamiento, a
lo lejos se empezaban a ver las callejuelas pequeñas de tierra reseca y arena
de playa por las que se llegaba hasta la casita donde vivían nuestros
“familiares lejanos”.
Vivian en una casita de playa con techo muy bajito, había que entrar
bajando unos escalones para tocar el suelo de la casita, pues el nivel del
suelo de la casita era mas bajo que el de la calle. Recuerdo el calor que hacia
dentro de la casita, seguramente por el techo de uralita, que se caldeaba en
verano y desprendía el calor hacia dentro de la casita.
Después de los consiguientes besos a todos los “familiares lejanos”, nos
íbamos a la playa a jugar con una barca de pescadores que tenían los
“familiares lejanos”, la arrastrábamos por la arena y la acercábamos a la
orilla y allí jugábamos todos los primos.
Nuestro principal peligro en la playa no era el caerse y darse un golpe
con la barca, o después de la comida que te diera el famoso corte de digestión
con el que te asustaban las madres (que por cierto nunca nos dio), el peligro
acechaba en la “ahogailla”, que era obligatoria para todos los primos, les
gustase o no, pues era una cuestión de salud pública.
La más forzuda de mis tías y todos sabíamos quien era, se encargaba de
coger a la presa: “niño distraído”, sobre todo cuando te decían a la hora de la
merienda: “quítate la arena” y tu alegremente ibas hacia dentro del agua unos
pasos, y descuidabas la guardia, justo en ese momento se acercaba por detrás la
depredadora (mi tía) y con una mano te cogía de la cara, apretándote con los
dedos pulgar e índice la nariz y con los otros tres dedos te tapaba la boca, tu
como animal desprevenido intentabas con movimientos espasmódicos girar la
cabeza e intentar escapar, era imposible, la otra mano iba al cogote y como
dicen los rusos cuando se caen –Kataplov-, la “ahogailla”. Si te resistías, era
peor, pues te mantenía mas tiempo con la cabeza dentro del agua, y si aflojaba
algún dedo te entraba agua por todos lados, al final, salías casi vomitando,
pero eso si, bautizado en salud para cuando vinieran los fríos del invierno.
Después venia la llantina, un
berrinche y el niño purificado en agua salada seguía jugando con la barca.
* * * * *
A pesar de todo lo anterior, el miedo total y absoluto de los niños
(primos) que estaban jugando con la barca, era que al volver a la casita, entre
los callejones viéramos a lo lejos (o peor de cerca) dando tumbos de un lado a
otro del callejón a la persona más misteriosa del lugar, de nombre desconocido
pero de aspecto (para un niño terrible), el “tío del ojo doblado”.
Nunca recordaremos si era tuerto, bizco o tenia el ojo de cristal, pero
su aspecto y su forma de andar, hacia que corriéramos en sentido contrario a
donde venia, y casi siempre acabábamos “expulsando líquido amarillo” en algún
lugar, después de salir corriendo y contarle a los demás por donde venía. No
sabíamos que al contarlo, transmitíamos más miedo a los demás.
Con el tiempo pensé que seguramente
a la hora que regresaba a su casa, “el tío del ojo doblado” venía de trabajar y
seguramente pasaba por alguna taberna para descargar la agonía de esa vida que
llevaba y que posiblemente nos esperaba a casi todos los primos, en un futuro
en ese momento lejano para nosotros.
Lo peor de todo era la vuelta a nuestras casas, agotados de gastar las
energías de todo un día en la casita de la playa de nuestros “primos lejanos”.
* * * * *
Aquellos “estupendos” días –dos o tres en todo el verano– que pasábamos
en la playa y en la casita de nuestros “familiares lejanos”, siempre los
recordaremos como una aventura de travesía del desierto con ferrocarril
incluido pero sin indios, juegos con barca en la arena de la playa, bocadillos
de membrillo para todos, “ahogaillas” de nuestra tía para la salud y miedo en
los callejones.
* * * * *
Hoy día todo el mundo quiere tener un chalecito en la playa, y nosotros
gracias a nuestros “primos lejanos” teníamos una casita en la playa, cuando
éramos niños.....
Posiblemente esta historia sea más una fantasía de niños que una historia
real, pero ¿que más da? Y lo bien que nos lo pasabamos.
Hace
cuarenta años, una noche de verano en el pueblo San Pablo de Buceite (Cádiz)
pasaba una máquina muy antigua por una vía, que tenía una curva muy peligrosa
por donde pasaba el río. Pero lo que había realmente allí era una garganta.
Cuando la máquina pasó por esa curva, volcó dejándose caer rápidamente. Aquella
garganta era y es la más honda que conozco.
La
máquina (que era de carga) llevaba un conductor, que por suerte se salvó y
salió nadando. En aquel lugar se formaba un gran charco que allí es donde se
hundió. Ahora le llaman “el charco 28”
porque dicen que tiene 28
metros de profundidad.
También dicen que en verano, cuando es un verano muy
seco se podría ver un poco de aquellos hierros.
Pasados
unos años un muchacho que iba a bañarse se tiró de cabeza, cuando estaba
completamente cubierto por el agua el charco 28 se lo tragó
igual que se tragó aquella máquina de aquel verano……
N del T: De la alumna preferida, para su “profe”. Es la Marta de “Crufala y el aspirador ruidoso”.
ZUNAIRA SE VE OBLIGADA A ESPERAR A
SU MARIDO QUE HA SIDO OBLIGADO POR LOS TALIBANES A ENTRAR EN LA MEZQUITA, CON
LOS DEMÁS TRANSEÚNTES A LATIGAZOS.
Deben de
ser las diez y el sol ya no tiene freno. El aire está cargado de polvo.
Envuelta en el velo como una momia, Zunaira se asfixia. La ira le oprime el
vientre y le anuda la garganta. La ponen aún más nerviosa unos deseos locos de
alzar el capuchón buscando una hipotética bocanada de aire fresco. Pero no se
atreve ni a enjugarse con un pico de la burka el sudor que le chorrea por la
cara. Igual que una loca atrapada en una camisa de fuerza, se queda desplomada
en la escalera, derritiéndose de calor y oyendo cómo se le acelera el aliento y
le late la sangre en las venas. De repente, la inunda el rencor contra sí misma
por estar ahí, sentada al sol entre unas ruinas igual que un hatillo olvidado,
atrayendo, a veces, los ojos intrigados de las transeúntes, y otras, las
miradas despectivas de los talibanes. Se siente como un objeto sospechoso
expuesto a todo tipo de preguntas, y eso la atormenta. La vergüenza se apodera
de ella. Tiene clavada en el pensamiento la necesidad de salir huyendo, de
volver en el acto a su casa, de meterse en ella dando un portazo y no volver a
salir más. ¿Por qué accedió a acompañar a su marido? ¿Qué esperaba encontrar en
las calles de Kabul que no fueran miseria y afrentas? ¿Cómo ha podido aceptar
ponerse este atuendo monstruoso que la reduce a la nada, esta tienda de campaña
ambulante que supone para ella una destitución y un calabozo, con esa careta de
rejilla que se le estampa en la cara como celosías microscópicas, esos guantes
que le impiden reconocer las cosas al tacto y ese peso que es el de los abusos?
Y, sin embargo, ha sucedido lo que ella se temía. Sabía que su temeridad la
exponía a lo que más aborrece, a lo que rechaza incluso dormida: la
degradación. Es una herida incurable, una invalidez a la que es imposible
acostumbrarse, un traumatismo que no aplacan ni las reeducaciones ni las terapias
y no puede admitirse sin naufragar en el asco propio. Y ese asco Zunaira lo
percibe con toda claridad; fermenta dentro de ella, le consume las entrañas y
amenaza con inmolarla. Nota cómo le crece en lo más hondo del alma, igual que
la hoguera de un condenado.
Puede que sea por eso por lo que está empapada y se
asfixia dentro de la burka y por lo que la garganta seca parece derramarle un
olor a quemado en el paladar. Una irreprimible rabia le oprime el pecho, le
fustiga el corazón y le hincha las venas del cuello. Se le nublan los ojos:
está a punto de romper en sollozos. Haciendo un esfuerzo inaudito, empieza por
apretar los puños para que dejen de temblarle, endereza la espalda y se
esfuerza por controlar la respiración. Poco a poco va ahogando la ira, paso a
paso deja de pensar. Tiene que aguantar el padecimiento con paciencia y esperar
hasta que regrese Mohsen. Bastará una torpeza o una queja para que se exponga
inútilmente al celoso enardecimiento de los talibanes.
* * * * * *
Nota: Dedicado a
Bibiana Aido, para que cuando diga que esto es un problema “complejo”, que debe
ser abordado "desde el sosiego y la tranquilidad". Que piense un
poquito y entienda como se siente una persona enjaulada por los integristas de su religión. (No
confundir con el resto de las personas que profesan libremente una religión y
no se la imponen a los demás).
Cuando Jana iba camino de su despacho
tropezó con el profesor de la asignatura de comprensión empática del alumno (la
cual no existe en casi ninguna parte del mundo, ya lo explicaremos alguna vez),
al que denominaba Crufala “el lengua” porque creía que siempre
estaba hablando de ella, en realidad su nombre era Facso (parecido a facsímil, - un libro pequeñito que al abrirlo se
veía todas las personas reflejadas como eran realmente en su interior-), de
hecho tenía una visión prodigiosa pues era capaz de distinguir mediante el
áurea que emitía cada persona el grado de maldad, aunque no siempre le
funcionaba.
En ese tropiezo de Jana, la bella, con
Facso, el facsímil, la primera empezó a salir del efecto producido por el
ardiente gas etéreo que le había descargado Ranqua. Al principio no reconoció a
Facso, éste de inmediato se dio cuenta que algo le ocurría, pues al hablarle,
Jana no le contestaba con palabras coherentes, solo decía monosílabos, como,
si, no, yo, tu, eh, etc.….
Facso la acompaño hasta su despacho y la
sentó en su silla, le abrió la ventana, para que el aire le disipara los
efectos del atolondramiento y le preparó en un calentador eléctrico que Jana
tenia al lado del aspirador y otros artilugios que guardaba en un armario, un
brebaje para eliminarle el efecto monosilábico.
Entre el tiempo que pasó desde que Ranqua
le lanzó el gas imperceptible de las pústulas rojas y amoratadas de su vientre
y cuando tomó conciencia de que estaba en su despacho sentada en su silla
después de tomar el brebaje disipador del efecto monosilábico, Jana experimentó
la manifestación de un secreto.
Jana tuvo un sueño revelador de cómo eran
en realidad las tres dominantes, vio que no eran seres humanos, - los pudo ver
sin esa envoltura de humanidad - , sino que eran almas malignas que se habían
introducido en los profesores que se dejaban querer por dichos espíritus y de
esa forma nadie podía distinguirlos del resto de profesores del colegio.
Así Crufala -era la principal de las dominantes-,
era tanto la madre como el padre de los otros dos (Friaca y Ranqua), pues era
hermafrodita, un ente único destinado a hacer el mal por donde pasase, y cada
uno de sus dos dominantitos tenían parte de sus características. Friaca había recibido
de Crufala su maldad hacia los demás y era vengativa hasta la agonía, su cubierta
exterior era exactamente igual, de un color oscuro verdoso como la de un sapo,
(de aquellos gordos que Jana había visto de pequeñas en algunas charcas) y no
soportaba a los niños, sobre todo cuando le contradecían en algo.
Ranqua su descendiente menor, no era
vengativa por ella misma y soportaba algo a los niños, tenia una voz
encantadora para engatusar a los profesores y cuando estos se descuidaban, a la
orden de Crufala les enviaba ese gas etéreo que salía de las costras de su
cuerpo para envolverlos en una nube de indiferencia y olvido mental de todo lo
ocurrido o para atraerlos hacia el lado tenebroso de las dominantes; de hecho,
había un cierto número de profesores que estaban encantados con su forma de
tratar a los niños.
Los profesores hechizados por las
dominantes, no eran conscientes del daño que estaban provocando a los niños que
no les seguían la corriente y a los profesores que todavía no se habían vistos
afectados por la extraña esencia que desprendía las emanaciones de Ranqua.
* * *
* *
Jana le contó la revelación a Facso, y se
plantearon entre ambos averiguar quienes eran los profesores que todavía no
habían padecido los efectos embaucadores de los espíritus etéreos que les
hacían someterse a Crufala, Friaca y Ranqua.
Pensaron que con la ayuda de ellos, y de
los niños, podrían desenmascarar a los tres seres irreconocibles para el resto
del colegio.
EL MISTERIO DEL ASPIRADOR RUIDOSO
Cuando Jana se había recuperado del todo,
Facso le preguntó ¿que era aquello que estaba en lo alto del armario?
Y ella le contestó que era el motivo por
el que le habían atacado las dominantes: un aspirador que no funcionaba. Facso era
profesor de la asignatura de ciencia empática, entre otras cosas, había
inventado un aparato que era capaz de oír los gemidos del interior de los
niños, aunque estos no llorasen con lágrimas, y en ese momento empezó a
parpadear el invento, observaron que al acercarlo al aspirador, la luz que
emitía era cada vez de mayor intensidad. Pero al intentar abrir el aspirador
vieron que no podían, entonces recordaron que había un horno gigante cuya utilidad
nunca se supo y que Jana tenia en un cuartito anexo a su despacho.
Se les ocurrió la inverosímil idea de
meterlo dentro del horno gigante de ondas delegadas (era el nombre del lugar de
donde vino el horno), para intentar desprender la carcasa del aspirador.
Cuando el aspirador llevaba unos minutos
en el “horno”, la puerta se desencajo y reventó, saliendo disparados hacia
fuera trozos del aspirador y una especie de bola donde había algo dentro. El
exterior de la bola tenia aspecto gelatinoso y pegajoso; al tocar Jana la bola,
esta de pronto se abrió y para su sorpresa encontraron dentro un niño que cuando
lo pudieron limpiar de la capa gelatinosa que lo cubría descubrieron que era
Fernando, el niño que vomitó sobre Crufala a comienzo de curso y que los amigos
creían que se había ido a otro colegio.
Fernando apenas podía respirar, pero
estaba vivo, estaba muy delgadito y no había crecido nada durante ese periodo
que estuvo encerrado en la bola gelatinosa que había dentro del aspirador;
cuando recuperó la respiración y el habla, contó lo que le había pasado.
Cuando Friaca me llevó a su cubículo, me
dejó allí sentado en un sofá muy cómodo y creo que me dormí, cuando desperté me
vi rodeado de tres seres extraños y uno de ellos me disparó un gas que me dejo
paralizado y empezaron a hacer un ovillo a mi alrededor con hilos de gelatina
pegajosa hasta que me dieron forma de bola.
Fernando dijo que él lo escuchaba todo,
pero que no podía moverse, cuando terminaron la esfera gelatinosa, alguien
llamó a la puerta y entonces para que no lo descubrieran, lo metieron dentro
del aspirador y ya no recordaba nada más.
Entre los tres intentaron montar el aspirador para
que pareciera que no habían descubierto el secreto de esos seres dominantes y
lo colocaron en el armario donde estaba.
EL FUMIGADOR FULLERO
Cuando Jana intentó averiguar cuantos
profesores estaban abducidos por esos seres, para su sorpresa, observó que no
se podía confiar de casi nadie, pues la mayoría saludaba a Crufala todas las
mañanas de forma muy amistosa, y no podía distinguir unos de otros.
Cuando ya creía que no habría solución
para el problema, aparecieron unas pulgas en algunas aulas del colegio.
Las pulgas, además de picar a los humanos,
era a lo único que le tenían miedo las
dominantes, pues su picadura para ellas era mortal, ya que las desposeía de sus
poderes y tenían que escapar de su envoltura humana.
Rápidamente Friaca llamó y contrató los
servicios de un fumigador, éste le dijo
que necesitaba un fin de semana para eliminar todas las pulgas y que no podía
entrar nadie en el colegio durante todo ese fin de semana pues los productos
químicos para eliminar las pulgas eran muy peligrosos para las personas. Y
quedaron para ese fin de semana.
Friaca le contó a Crufala que el
fumigador se encargaría ese fin de semana de eliminar las pulgas (sus enemigos
más temibles). Esta pensó que ese domingo cuando hubieran terminado de eliminar
esos bichitos tan indeseables que se les metían
por todos los orificios de su
cuerpo y les producían una perdida de su poder
destruyéndoles todas las armas que tenían para anular la mente a los
profesores y niños, y lo que era peor, no les permitía vivir en el planeta al
no poder coger el suficiente oxigeno y nitrógeno para mantener su forma externa
en un cuerpo humano.
Cuando el fumigador llegó el sábado por
la mañana al centro con sus herramientas exterminadoras de pulgas se dio cuenta
que los productos estaban caducados y que posiblemente no harían efecto a las
pulgas, pero a pesar de todo cerró todo el colegio y empezó a trabajar (con sus
mascarillas, etc.), cuando terminó por la noche el único efecto que produjo en
las pulgas es que estas aumentaron en número y en tamaño.
DOMINGO SINIESTRO
Las tres dominantes llegaron a las
puertas del colegio cuando oscurecía, para que nadie pudiera reconocerlas. Las
alarmas no estaban conectadas y de todas maneras ellas sabían los códigos de
seguridad de las mismas.
Entraron con sigilo por la puerta
metálica principal de acceso al centro, y se fueron directamente al control de
llaves; no encendieron ninguna de las luces para que no se viera nada desde el
exterior, allí recogieron una copia de las llaves del despacho de Jana, pues lo
que querían eran llevarse el aspirador y hacerlo desaparecer definitivamente
para que no se destapara su secreto, sin saber que ya estaba descubierto, tanto
por Jana como por Facso.
Cuando iban por el pasillo que comunicaba
con el despacho de Jana, Ranqua notó como por las piernas le iba subiendo algo
que le causaba dolor; sin darse cuenta tropezó y cayó al suelo, ya no se levantó,
pues fue inmediatamente cubierta por un ejercito de pulgas ávidas de la
gelatina interna que tenía Ranqua, no le dio tiempo a chillar pues al caerse se
golpeó la boca contra el suelo. Crufala y Friaca como iban excitadas por entrar
en el despacho de Jana, no advirtieron que Ranqua ya no las seguía.
Las pulgas dieron cuenta de todo el
envoltorio gelatinoso de Ranqua y después las que no murieron al comerse a
Ranqua, se fueron siguiendo el rastro de
las otras dos.
Crufala y Friaca entraron en el despacho
de Jana y encendieron la luz para poder encontrar mejor el aspirador. Abrieron
todos los armarios hasta que lo encontraron. Al husmearlo, para su sorpresa, no
encontraron rastro del niño que habían encapsulado allí dentro. De la embestida
de adrenalina que les dio, se pusieron a castañetear los colmillos, pensando en
eliminar a Jana en cuanto pudieran.
Antes de salir, apagaron las luces y al
abrir la puerta no pudieron ver como se lanzaban sobre ellas el resto de las
pulgas asesinas de dominantes que quedaban en el pasillo, empezaron a gritar de
pánico pues no se esperaban a sus enemigos mas encarnizados de toda la galaxia.
A cada picotazo que les daban las pulgas,
ellas se retorcían de dolor, y cuando una pulga estaba llena del líquido
gelatinoso que le absorbía a Crufala y Friaca, explotaba liberando un ácido
verdoso que les producía unas quemaduras en la piel de las dos dominantes que
todavía se mantenían vivas.
Al caer al suelo fueron limpiadas de toda
la gelatina que tenían en su interior y su caparazón externo fue destrozado por
las quemaduras. Al final las pulgas reventaron de tanto alimento gelatinoso.
* * *
* * * *
* * *
Después de lo ocurrido, Ranqua, Friaca y Crufala
quedaron desprovista de su aspecto terrorífico que conocía Jana la bella y con
la ropa deteriorada de tanto ácido. Como consecuencia del ataque de las pulgas
que había en el colegio, perdieron sus poderes y su capacidad de seducción
sobre los profesores y niños del centro y recuperaron su aspecto humano que
tenían en otro tiempo. No recuperaron el conocimiento hasta el lunes por la
mañana cuando el conserje abrió el centro y encendió las luces.
Uno de los efectos fue la recuperación de su aspecto
humano, pero no tenían las mismas capacidades mentales y no entendían donde estaban
ni quienes eran.
Cuando llegó un equipo del 061 para trasladarlas al
hospital, los médicos les dijeron a los profesores que nunca se recuperarían
para poder trabajar en el colegio.
Los profesores abducidos no se acordaban de todo el
mal que habían hecho a Jana, Facso y otros profesores que no se dejaron
influenciar por los poderes de las dominantes.
EPÍLOGO
La limpieza del colegio fue muy difícil debido a la
gran cantidad de fluido gelatinoso y restos de pulgas ácidas. Durante una
semana estuvo el colegio clausurado para su limpieza y no hubo clase.
Los niños gritaron de alegría y también los
profesores.