sábado, 8 de mayo de 2010

Empezando a leer


            Son las 7:00 h del día 4 de mayo, me he levantado a esta hora pues tenía ganas de contar como empecé en este asunto tan bonito como es leer (y no tener, ni poder).
            Mi primer recuerdo sobre la lectura es la visión de mis tíos leyendo las novelitas del oeste de “Estefania”. Gracias a Google y a mis recuerdos ahora se que las novelitas eran en realidad de Marcial Lafuente Estefania (Marcial Antonio Lafuente Estefanía Toledo, 1903 - Madrid, 7 de agosto de 1984, escritor español, autor de populares novelas del Oeste). Tendría aproximadamente 6 años, que era esa edad en la que se hacia la primera comunión (te daban la primera hostia, y después de esa venían el resto pero con h “mayúscula” –como la vida misma–)
            Lo siguiente que se podía leer eran los tebeos, que conste que uno de mis primos ya con esa edad leía libros (tipo el Quijote, etc.) o eso me decía mi padre y otros mayores de la familia.
De esa serie de tebeos recuerdo: Hazañas Bélicas, TBO, El Capitán Trueno, El Jabato, El Guerrero del Antifaz, los que publicaba la editorial Bruguera, etc.
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            Los primeros tebeos en color que recuerdo me los trajo mi madre de la casa donde trabajaba por horas. La señora de la casa se los dio pues seguramente sus hijos habían crecido lo suficiente para dedicarse a otros menesteres. Estos tebeos tenían unas viñetas (por supuesto en color), donde contaban una aventura de dos amigos indios durante la prehistoria (seguramente el Jurasico),;mezclaban a estos personajes con dinosaurios, como los  pterodáctilos (Pterodactylus significa "dedo alado”) que eran reptiles voladores, y también salían el Tiranosaurio Rex, el Diplodocus, etc. (Encontré la portada en un portal virtual, gracias a Internet).
            En esa época me aficioné un poco a estas palabras raras que no se escuchaban en mi barrio y a aprender todo aquello que me resultase raro o extraño, por decirlo de alguna manera.
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            A principio de los años 70, me dedique a leer unos tebeos que ponían en su cabecera algo así como MARVEL COMICS GROUP; eran en blanco y negro (creo que la portada-acartonada era en color), con unos dibujos muy buenos, y gracias al intercambio de tebeos pude coleccionar series como Spiderman, Los Cuatro fantásticos, La Masa, y leer el resto: Patrulla X, El Capitán America, Namor (príncipe del mar, con sus alitas en los tobillos), Thor, y llegue a leer un tebeo de un superhéroe, llamado Spider (no Spiderman), con unos gráficos muy españoles, pero nunca los volví a encontrar.
            La pregunta lógica era como en mi barrio entraron esos cómics tan caros, la explicación es fácil: me lo propuse. A la gente un poco mayor que yo, le gustaban esos tebeos pero no tenían tiempo para ir a comprarlos (seguramente esto último no se lo cree nadie hoy día), trabajaban todo el día y además no sabían donde conseguirlos.  Yo me encargaba de comprar, cambiar –había portales de cambio, auténticos portales de bloques y casas, no portales de Internet–. Esos lugares estaban lejos del barrio y yo me dedicaba a conseguir esos tebeos que a todos gustaban durante las mañanas del verano y los días que no había colegio –que eran bastantes más que ahora, y eso que los sábados por la mañana teníamos clases–.
            Entre esos niños mayores recuerdo a Paquito Carrasco, al famoso Pino, y a Dieguito. “el portugués”; este último era el campeón del barrio en carrera. Cuando competíamos como hacen los animales salvajes, Dieguito era el primero en llegar a la casa de campo y volver (La casa de campo era un deposito de agua en el campo), el segundo era mi amigo Pedro que era de mi edad, pero en realidad era el más rápido.
            La lectura de cómics, tebeos y revistas de similares características terminaron cuando la mayoría de ellos empezaron a trabajar (14-15 años) y las hormonas hicieron el resto; éramos jóvenes del barrio.
            Dieguito “el portugués” no llegó nunca a leer libros, pues tuvo la mala suerte de ahogarse en el río, se mareó cuando estaba nadando y perdió el conocimiento,  lo intentaron sacar los amigos que estaban con él, pero no se pudo hacer nada.
            A la lectura de libros, no llegó nadie, el motivo: simplemente no existían en ese universo.
            Comentario: Estas líneas están dedicadas a los niños como Dieguito, Pino, Paquito, Pedro y a todos los del barrio que les gustaba leer y no pudieron (por los motivos que fuesen).