sábado, 8 de enero de 2011

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EDUCACIÓN

A los profesores/as nos obligan a hacer unos cursillos de formación de un sitio de siglas CEP, (Como Escaquearse Pronto), donde hay otros “elementos” de la enseñanza, que se supone que son los más sabios de entre todos/as, pero que se introducen en ese CEP, para no estar en contacto con la MUGRE (Muchachos/as Unidos y GRE no se lo que es, tendrá algo que ver con los “gusanitos”, también puede significar MUchachos del GREmio o en inglés con la lengua la revés, GREmio de MUchachos/as), o séase evitar el peligro de dar clase a los alumnos/as.

En uno de esos famosos cursillos de nombre: Trastornos de ansiedad, estrés y depresión en la adolescencia, -el ponente que lo impartía no era del CEP-, la realidad de los profesores/as-alumnos/as del cursillo hizo que la situación acabase degenerando en una terapia de grupo, el 99% de los presentes empezaron a contar sus situaciones personales (ni que decir tiene que la mayoría estaban en primera “línea de choque” de los centros de educación secundaria, donde los más antiguos -veteranos/as- no van ni de paseo).

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El ponente, a la vista de lo que tenía enfrente, empezó a preguntar uno por uno su situación actual, vivencias en el sistema educativo, etc, y en consecuencia, cambió el rumbo del cursillo.

Las quejas y lamentos eran del tipo: no podemos dar clase, necesitamos 20 minutos para callar a los alumnos/as, me faltan al respeto, así no se puede dar clase (en ese momento empezó a interesarme el famoso cursillo del CEP).

Una de las quejas más elocuentes -por su famoso tono de voz y forma de expresarse- fue la del señor Muñoz, que dijo: y lo peor son los padres, sobre todo a final de curso.

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Ya conocía al señor Muñoz de cuando hizo las prácticas del CAP (Curso de Alumnos-Profesores) en mi centro de trabajo –este curso es obligatorio para las personas que deseen impartir la docencia–, hacía de eso unos 5 años, y de pasar por los pasillos de instituto, me sonaba su cara.

Unos tres años después fue a hacer una sustitución (situación que se da cuando un profesor/a esta de baja y una vez transcurrido 1 mes, mandan a alguien para que los alumnos/as no pierdan conocimientos), y fue entonces cuando los alumnos me contaron que se descojonaban con el nuevo y que se había presentado como “El señor Muñoz”. Una de las frases típicas de “El señor Muñoz” cuando tenia que subir para impartir clase -no se puede decir dar clase-, era: A LAS TRINCHERAS.

Para “El señor Muñoz” las clases eran un suplicio, pues cuando acababa el horario de “trincheras”, estaba agotado, derrotado y con una sensación de no haber hecho el trabajo correcto, cuando llegaba a la sala de profesores, su sensación era equivalente a haber atravesado el desierto (sin camello) y se tenia que reponer bebiendo varios vasos de agua e intentando retomar las pulsaciones normales.

Los alumnos, después de los primeros días me contaban los dislates que cada uno observaba y yo les decía: simplemente es un profesor diferente, me dais vuestra opinión dentro de unos días. A las dos semanas (que es normalmente el tiempo de adaptación de profesores a alumnos y viceversa) me contaban que se lo pasaban estupendamente con él (o como dicen ellos “de puta madre”), aunque sin el saberlo, le tomaron cariño pues las clases eran divertidas para ellos y se les pasaba la hora más rápidamente -en realidad no siempre 1 hora de clase son 60 minutos para los alumnos, unas veces es más “time” y en este caso de “El señor Muñoz” eran muy cortas-.

Aquel curso del CEP cambio radicalmente de nombre en mi cerebro (conciente–subconsciente) a partir de esos 30 minutos que el ponente se dedico a hacer más distendida la “clase” de las 4 de la tarde (ese es el horario en que los profesores/as fuera de su jornada laboral, tienen que formarse; de esto último nunca habla nadie, ni administración, ni APAS, AMPAS, –que no HAMPAS–, etc., ni como decía un amigo de carrera: ni S. C. J.), se llamaría “Trastorno de ansiedad, estrés y depresión en los profesores/as con la adolescencia”, pues se notaba que todos estaban hechos polvo (por favor, no confundir esto último).

Cualquiera de los padres de adolescentes al leer esto último, pensarían: que blanditos son los “profes”, para lo que hacen y con lo que ganan, (primer pecado capital de los españoles: ENVIDIA), a continuación pensarían o dirían en conversación con su vecino más próximo en el bar del barrio, justo en el momento que su hijo/a le pide un euro para la merienda, –la dietética bolsa de gusanitos–, que para trabajo: en el tajo (u séase la obra); y después vendría la perorata de ese padre de menos de 50 años, que el no pudo estudiar porque se tuvo que poner a trabajar muy jovencito, no como esos profesores que lo único que hacen es quejarse. (Y pensando: panda de vagos, todo esto después de 3 cervezas, por lo menos).

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Después de esta reflexión, que no tiene que ver nada con la habilidad del ponente del curso de formación/deformación del CEP, me llega el turno de responder al ponente sobre la pregunta que hizo al comenzar la clase (situación actual, vivencias en el sistema educativo, etc, de cada profesor/a) y le digo que yo nunca he tenido ningún problema en el aula con los alumnos (como diría “el señor Muñoz” en veintitantos años en las trincheras); el ponente me mira con cara de circunstancia (entre asombrado y desconcertado, pensando: este miente como un bellaco), cosa que yo me esperaba a la vista de cómo estaba el patio.

A continuación, me dice que me explique (cosa lógica).

Comienza la típica diatriba de las 4:30 h de la tarde, donde normalmente el personal se traspone y queda totalmente aletargado para escuchar de forma automática lo que le comenten:

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Le digo si quiere que le cuente como van mis clases, a lo cual dice que si. Los demás profesores/as del curso me miran con cara incrédula. En ese instante antes de empezar a relatarlo, levanta la mano un compañero del IES donde yo tenía la plaza de profesor (pues yo estaba desplazado de mi centro, –por motivos que no vienen al caso a este relato– al IES “Litoral”) y reafirma lo que yo había insinuado, de que yo nunca había tenido problemas con los alumnos/as, sino todo lo contrario.

Lo primero que le digo al ponente es que los alumnos, son niños en todos los sitios, y que hay que tener en cuenta una serie de argumentos a la hora de dar clase.

Hoy día debido a la presión de padres, politiquillos, soplagaitas, etc, las escuelas se han convertido en auténticos barracones carcelarios para algunos/muchos niños.

Debido a este sistema actual, hay que intentar que la relación con el profesor/a sea de tal forma que aquello no parezca una cárcel, jungla, selva, etc, y que aprendan de manera que se diviertan (cosa que no es fácil) y el tiempo de estancia allí sea o parezca divertido.

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Paso a relatar una serie de condicionantes a la hora de dar clase.

• Lo primero es no olvidar que todos hemos pasado por esa edad e intentar recordarla siempre.

• Les digo que en mi clase no impongo ninguna regla del tipo: no se habla, no se come, no se grita, no se........ Se tienen que comportar como lo harían con su familia o grupo familiar, el comportamiento que de ellos esperan sus padres, abuelos, amigos, etc..., es decir, de su hábitat natural.

La única norma es el respeto a los compañeros y por supuesto al profesor/a.

• La clase ha de ser participativa, y aquí viene el problema. Hay varios tipos de alumnos (en realidad, tantos como hay en cada clase).

• El primer día de clase, me dedico a hacerles preguntas del tipo: edad, (te informa si ha repetido o ha tenido problemas en esta forma de sistema educativo), número de hermanos (te da la relación en sus casas, si esta mimado o no, etc.), que asignatura te gusta más y cual menos (indica que profesor les daba mejor las clases en primaria, si ocurre por ejemplo que todos odian el inglés: puede significar que en este país se dan los idiomas como siempre), que te gustaría ser de mayor (aquí hay de todo, y pueden saltar sorpresas y se ve la habilidad del “profe”) aficiones deportivas o extraescolares y alguna más que el grupo te motive en esa relación/dialogo ─ alumnos/profesor.

Durante el relato, igual que observo a los alumnos en clase, estoy viendo perplejos a la concurrencia.

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Con este sistema de clases continuas de 6 horas seguidas con un recreo de media hora para descansar, desayunar, relajarse, etc., no es lo mismo dar clase a primera hora (casi todos dormidos, sin desayunar, después de acostarse a las 2 o 3 de la mañana jugando a videojuegos, o saliendo de juerga los niños de 13-14 años en esta “querida España”, etc..), los alumnos con esas costumbres plantean el primer problema: o llegan tarde a clase o simplemente no aparecen por el centro hasta la segunda o tercera hora, sin justificación paterna (o materna, o de la abuela, etc).

Entre la primera y la segunda hora a los niños (para las niñas todavía es temprano para alimentarse, pues le dan arcadas –aquí yo siempre les explico el porque la media de la estatura española de los niños se acerca a la europea y las de las niñas sigue igual que hace 30 años) salen corriendo para pedir “un alimento” en la cafetería del centro. Ya tenemos el primer problema del sistema.

Al llegar tarde a la segunda hora, la mayoría de los profesores/as que están enfrentados con el jefe de estudios, director, o porque ahora que te pillo, te tengo cogido…, sin darse cuenta que al alumno le da exactamente igual y se va tan pancho al aula de estudio, –una especie de celda de castigo–, donde de un día para otro cuando los alumnos no empatizan con los profesores/as que dan clase a esa hora, llegan tarde a propósito y quedan en verse en el aula de estudio pero sin libros, como siempre, y de esa forman trasladan su trabajo a los profesores/as de guardia (cuya misión real es sustituir al que falta por enfermedad u otra causa).

Consecuencia: cuando el que expulsó al alumno o no lo dejó entrar en clase esta de guardia, el profesor/a que antes estuvo de guardia y esta dando clase y se entera que el anterior esta de guardia, recurre a la misma maniobra, expulsa de clase a algún alumno por un motivo ridículo, absurdo, nimio, aparente o evidente, etc, para que el que le pasó la “pelota” en su hora de guardia, se agobie y se mortifique para su siguiente clase.

Con esto se consigue crear un entorno de hipocresía total en el cual se van agriando los caracteres del personal y fastidiándose unos/as a otros/as, llegando a un ambiente encrespado entre profesores sulfurados –todo esto puede durar una eternidad–.

Pero aún es peor si un profesor/a no expulsa nunca a ningún alumno/a, pues a ese individuo es al que más rencor y hostilidad enconada le tienen (aunque lo disimulen) ese tipo de “compañeros/as”

Los alumnos se van dando cuenta perfectamente de todo esto y al tener empatía con un profesor/a te preguntan disimuladamente: “al profesor/a fulanito cuando te nombramos en clase se le cambia la expresión”, normalmente tu le dices “es que tiene un mal día” o alguna cosa por el estilo.

La tercera hora es la de la impaciencia, los alumnos/as empiezan a tener hambre, pues llevan doce horas sin comer (más o menos) y 10 minutos antes de terminar la interminable hora de clase, sobre todo si es un tedio de asignatura o “profe”, provocan una situación para que los expulsen y así llegar antes a la cafetería. (Aquí descarto aludir al porvenir de los alumnos/as......, –era políticamente incorrecto–)

No voy a contar las tres últimas horas de clase ─ son las más difíciles para cualquier profesional de la enseñanza ─, pues seria extenderme demasiado para este relato que me han pedido varia veces que documente y nunca he querido narrar, sobre una parte de la realidad actual de las personas (alumnos y profesores) en un supuesto moderno IES.

Las mentes pensantes y más lucidas (u séase los rateros más rastreros y bobalicones del sistema, los alérgicos a la tiza) dice que deben de estar obligatoriamente hasta los 18 años. Normalmente son todos los que se escaquearon de la “mili”, pero que quieren 18 años de “mili escolar” obligatoria, bajo pena de….

El principal temor de los alumnos es no aprobar el curso escolar, es un miedo que se acentúa con el tiempo de estancia en este sistema educativo y llega al extremo final sobre los dos últimos años de permanencia en este sistema, en el cual muchos alumnos pasan de todo, pasan de respeto, pasan de estudiar, pasan de…..

Algunos profesores/as tienen la creencia (errónea) de que las notas es el arma/escudo/instrumento para “machacar” a los individuos que les “fastidian” la clase. Esta dualidad notas-machacar llevadas a este extremo es lo que agudiza la mala relación en la clase (alumno/alumno y alumnos/profesores) y a medida que transcurren los días del curso la situación esta mas enconada. Solución: Expulsar a los alumnos/as. (Mandarle el problema y su solución a otro, es una actitud típica y generalizada en este país)

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• El segundo día de clase se comenta como se puede superar la asignatura: y se les dice que trabajando en clase y con el comportamiento. (Ellos no saben que comportamiento y trabajo van unidos)

• Todo aquel que trabaje en clase aprobara, y si le cuesta más que a otro, sino aprueba, se les dice “yo me encargaré de que apruebe”.

• La disposición de los alumnos en la clase debe de contemplar varios objetivos: Que estén compenetrados con los compañeros de pupitre. Se intentara poner al alumno/a que les va mejor este sistema actual (los llamados listos) con los que se quedan atrás, de manera que tengan una colaboración entre ellos/as. Normalmente de primaria vienen con ese convencimiento o conducta.

• Los alumnos con dificultades se deben situar lo más cerca posible del profesor/a (en las primeras filas). Generalmente se hace todo lo contrario. (Atrincherarlo en el fondo, como una especie de castigo, con lo que el problema continúa y se agudiza. No se intenta solucionar).

• Los sucesivos días de clase se seguirá una programación adecuada a cada grupo en concreto, intentando que sea lo más homogénea en cuanto a contenidos, pero diferente en la forma de intervención-actuación en el aula, pues cada grupo esta formado por alumnos/as-personas diferentes que al relacionarse entre ellos dan lugar a una heterogeneidad distinta, que hace que el profesor/a se relacione con ellos de forma diferente para conseguir una misma finalidad: la actitud positiva ante el trabajo, con miras a unos logros tangibles para cada individuo.

• A medida que van pasando los días la relación con la mayoría de los alumnos será positiva, y a aquellos alumnos que vienen con problemas heredados de años anteriores se les debe prestar una mayor atención y tener con ellos una relación más empática, lo cual será siempre agradecido por la persona..

• La actitud del profesor/a debe de ser en todo momento: clara, positiva y de respeto a los alumnos/as. Debe de ayudar a los alumnos que más dificultades presentan –ya sea por problemas de capacidad, físicos, psíquicos, o de cualquier otro tipo– sobre todo a la hora de superar las pruebas de control o evaluación, e incluso la corrección del trabajo en clase, que cuando tengan ejercicios bien realizados puedan demostrar en la pizarra, etc., que ellos/as también saben hacer las cosas bien y sin temor.

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Después de mi intervención a la pregunta del ponente del curso en horario de somnolencia –16 h. a 20 h.– . “Trastorno de ansiedad, estrés y depresión en los profesores/as con la adolescencia”, les termino diciendo que yo he venido al curso del CEP porque creía que era otra cosa y no una terapia de grupo, a partir de esa expresión, el personal me mira de forma incrédula y sus mentes me van diciendo:

• Este es un individuo, espécimen humano o extraterrestre, etc., que ha traído el ponente para que nos traguemos el curso.

• Menuda necedad esta contando, eso no se lo cree ni su padre. (mente de los más finos/as)

• ¿En que trinchera habrá estado, seguramente nunca ha dado clase? (mente del “señor Muñoz”).

• Algunos/as dudaban entre creer lo que había contado o no. En esos profesores/as había una pequeña duda, pues todo estaba contado con gran realismo y convicción. (Eran la gran mayoría)

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En ese instante, intervino un compañero del mí centro de secundaria-bachillerato-etc., profesor de inglés, e hizo el siguiente comentario solemne:

Paco nunca ha tenido ningún problema en las clases, ni con los “peores grupos” y además todos los alumnos lo quieren.

Confirmando todo lo anteriormente planteado y a la vez propuesto.

En ese instante por la mente de algunos/as de los asistentes al extraño curso, transitó la insólita idea: Aquí hay varios extraterrestres.

Continuara.......