domingo, 12 de diciembre de 2010

DESAPARECIDOS EN EL ESPACIO-TIEMPO

   Desde septiembre no escribo nada en el blogs –que no en la libretilla verde que me he agenciado para tomar notas–, lo único que me ha interesado es intentar leer, para ver como esta mi estado de animo, concentración, etc... y todo eso que te dicen los psiquiatras y psicólogos/as, para que mejores de la enfermedad del vitriolo, comúnmente conocido como estado de ánimo quemado.
   Es decir intentar descansar para hacer una vida medianamente normal, lo más parecido a la que llevaba con anterioridad, así que en este momento me dispongo a hacer una pequeña lista de los libros que he leído antes de irme a descansar o ya descansando en la cama, esos 20 a 30 minutos antes de intentar dormir y descansar mediante métodos medicinales y el tradicional, de aletargarte con una buena lectura.
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   En ese tiempo estaba leyendo Ciudad de cristal de Paul Auster, que es la primera novela con la que el autor inicia La trilogía de Nueva York, las otras dos, –Fantasmas y La Habitación Cerrada–, no las he leído por ahora.


Es como dice la reseña, una novela de intriga –thriller–, bastante especial y diferente a lo que normalmente es una novela de ese tipo. Era la segunda novela de Paul Auster que leía.






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   Después creo, si mi memoria no me hace una de las suyas, he ido leyendo los siguientes libros:
Lectura 1ª:
  



   Me atrajo el libro Elegía para un americano de al autora Siri Hustvedt, (esposa de Paul Auster).
  Si me gustó, Invisible de Paul Auster, y su forma de escribir; la de Siri Hustvedt me parece más relajante y directa, fácil de leer. A mi entender es muy buena escritora, se trabaja muchísimo los libros y me pasé un rato "very nice" leyendo ese precioso libro.

 
 
 
 
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Lectura 2ª:
      Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia (5º libro del detective Héctor Belascoarán Shayne), del escritor Paco Ignacio Taibo II, era la primera vez que leía a este escritor y la verdad no tiene nada que envidiar a los Henning Mankell y demás escritores nórdicos del momento. Lo único que varía son los lugares donde se desarrolla la trama y su forma diferente de contar sus episodios y peripecias.

   Es otra forma de entretener, con una sociedad menos moderna que la centroeuropea, pero con los mismos problemas humanos.




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Lectura 3ª:   
   Noticia de un secuestro de Gabriel García Márquez, la lectura me fue intrigando y enganchando a medida que pasaban los días (solo leo antes de dormir por la noche), es un libro muy duro –me imagino que escribirlo, como dice el autor fue aun peor–.

   Gabriel García Márquez cuenta en su papel de periodista, nos trae la historia real del secuestro de Maruja Pachón Villamizar y otras nueve personas, ocurrido en Colombia en el año 1990, a manos de la organización del narcotraficante Pablo Escobar.
   Difícil para los secuestrados en esa época y en cualquier tiempo, trágico por parte de los que no regresaron y muy triste las desdichas del conjunto de la sociedad que describe en el libro.

   Nota: No recuerdo bien cual leí primero, Noticia de un secuestro o Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia, son cosas de la memoria (enfermedad del vitriolo).

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Lectura 4ª:   
  


   Antés de la concesión del premio Nóbel a Mario Vargas Llosa, empecé a leer Travesuras de la niña mala, novela que narra la vida de Ricardito, un hombre que siempre ha querido vivir en Paris, y una vez en esa ciudad vuelve a reencontrar a un amor de su juventud –la chilenita–.

   Historia de amor y desamor, de pasión y odio, amor indefinible, destino perverso para el que lo padece, y dolor sobre todo por culpa de las travesuras de la niña mala. La pregunta que propone el escritor es: ¿Cuál es el verdadero rostro del amor?, respuestas hay para todos los gustos.


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Lectura 5ª:  
   Después de una lectura un poco difícil para los sentimientos personales, intento relajarme con una novela de intriga-policíaca, en este caso elegí la cuarta novela del comisario Martín Beck, El policía que ríe escrita en los años 60 por la pareja sueca Maj Sjöwall y Per Wahlöö, son los primeros en plasmar e impulsar el desarrollo de la novela de intriga sueca.


   Tan buena como las de Henning Mankell, Asa Larsson, Stieg Larsson, etc..




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Lectura 6ª:

   Vuelta a la literatura hispanoamericana a cargo de Mario Vargas Llosa, la novela elegida fue Pantaleón y las visitadoras, novela que recuerdo haber visto adornando algunos muebles-bar de la casa de algunos amigos del barrio.

   Relato muy divertido para pasar un buen rato, pero con un trasfondo social triste y duro, aunque este contado en forma de esperpento. Bastante ameno y divertido, te puedes "reir".






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Lectura 7ª:
   No se porque elegí esta novela, pero ocurrió. El otoño del Patriarca de Gabriel García Márquez es un poco enrevesada y dificultosa de leer, en realidad bastante, sobre todo si se lee a salto de mata -de noche en noche- .

   El autor indicó que fue la novela que más trabajo le costó escribir y se nota, tal vez por la falta de fluidez y su complejidad atemporal. Para entenderla y comprenderla en su totalidad hay que releerla.

   Es validad para todos los dictadores, opresores, en general gente totalitaria, que trata y maneja a las personas como borregos –en este caso como vacas y gallinas–, de esos tenemos bastantes por doquier, solo hay que mirar a los que se presentaron y hasta emergieron en las últimas elecciones catalanas. Leones disfrazados de corderos nacionalistas; también los tenemos en el cortijo socia..as (no te digo la letra que falta) del sur de España.

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Lectura 8ª:



  La última lectura fue la obra del autor brasileño Paulo Coelho, de título Verónica decide morir, "una novela sobre la locura", como dice el título del libro.

   Habla sobre la felicidad-no felicidad, del ser humano y su destino final. Escritor de estilo natural y accesible. Lectura libre.

  Me he visto muy identificado con el personaje de esta novela, tal vez por eso la leí. 




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   La lectura actual es una vuelta a mis comienzos, a la novela negra de intriga, de relajación con Henning Mankell y la continuación de la serie del inspector Wallander, de titulo Antes de que hiele.
    Un autor que me recomendó la persona que más quiero y que me ha ayudado siempre que la he necesitado.
PD: Perdonadme los errores, pues ahora mismo no domino la introducción de entradas en el blogs y estoy un poco-bastante torpe.

Nota: Mi agradecimiento a Isabel (mi psico) que me recuperó. Gracias.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

LAS NIÑAS DEL CARRITO


LAS NIÑAS DEL CARRITO
Se llamaban Lía y Chisca. Eran hermanas, casi de la misma edad, Chisca era 14 meses mayor que Lía, y tenía el pelo ondulado y rubito, mientras que Lía lo tenia totalmente lacio y un poco más oscurito; las dos eran de piel clara como su madre – que tenia lo que se decía por entonces, piel de marquesa – y tenían casi la misma estatura; Chisca era la más asustona de las dos y Lía era más atrevida.

En esa época, las mujeres tenían muchos hijos seguidos y escalonados, hasta que su experiencia les enseñaba cuando y como tenían que dejar de parir, aprendiendo toda clase de subterfugios para no tener traer más hijos al mundo y que pasaran necesidades, en realidad era “anhelo de todo”, pues no había nada.
Tenían cuatro hermanos más – dos niños y dos niñas –, una hermana y los dos hermanos eran mayores que ellas dos y vivían junto con sus padres –Svan y Rossi- en una casita-choza casi medieval. Svan era doce años mayor que Rossi. Según cuentan se casaron para que Rossi pudiera escapar del dominio y la crueldad de sus padres adoptivos que solo la quisieron para tenerla de criada durante el tiempo que vivió con ellos.
Eran los primeros pobladores de la zona en donde tenían su terreno-solar-casita-hogar, un descampado de mala tierra, – por donde pasaba un arroyo, seco en verano y desbordado en invierno – que no servia ni para que crecieran los jaramagos y donde los pobres de los sitios más dispares irían concentrándose y con el tiempo se convertiría en una barriada de las inmediaciones del centro de la ciudad. En ese tiempo nada más que existían varias casas muy retiradas entre ellas, esparcidas en ese descampado.
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Tanto Lía como Chisca, tenían que ayudar a su padre en el único trabajo que tenia a veces para el sustento de la familia, pues los dos hermanos estaban desde pequeñitos trabajando en una vaquería durante todo el día y allí les daban de comer, por dicho trabajo.
Cuando no tenía trabajo en el campo, Svan pedía permiso al señorito de una finca llamada el Coscollar, situada a unos 10 kilómetros de distancia de donde ellos vivían, para podarle gratis los olivos y la madera recogida la vendía a la panadería que había cercana a su casa.
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Svan salía al amanecer tirando de un carro con sus dos hijas, Lía y Chisca. Tenían que transitar empujando el carrito, en dirección norte, por unos caminitos de polvo, piedras, tierra… entre matorrales y arbustos. Al final de los intricados caminos, justo antes de llegar a la carretera, tenían que pasar un pequeño monte donde había una tapia que rodeaba la casa de una familia de apellidos de ascendencia extranjera – inglesa o alemana – y por supuesto muy rica. Las niñas acercaban unas piedras a la pared de la tapia y se quedaban un ratito mirando por lo alto de ella, para ver como era esa casa tan grande y muy diferente a la suya, después salían corriendo y alcanzaban al carro y a su padre, antes de llegar a la carretera –camino con algo de asfalto– que les llevaba en dirección oeste hacia la finca donde Svan tenia que desmochar los olivos del “Coscollar”.
Los primeros tres kilómetros de la carretera eran empinados y de pendiente constante, y las niñas tenían que empujar el carrito para ayudar a Svan. A la izquierda de la carretera había algunas casitas del mismo estilo que la que las niñas veían por la tapia, pero no tan grandes; después todo se volvía campo a ambos lados de la carretera.
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Cuando el terreno era llano Svan tiraba del carrito el solo e incluso en las bajadas, subía a sus niñas al carrito para que estuvieran alegres y se pasearan. Era una forma de entretenerlas pues sabía que sus hijas a pesar de su corta edad –8 y 9 años– tenían que trabajar duro al llegar al olivar.
Tanto Lía como Chisca iban cantado y felices a la ida cuando estaban en lo alto del carrito. Antes de llegar a su destino, pasaban por delante de la casa-cuartel de la guardia civil. Allí las saludaba la mujer del jefe del recinto. Era una señora muy cariñosa, que además no tenía hijos y adoraba a las niñas y les decía que se llegaran a la vuelta con su padre.
Sobre las 11 de la mañana llegaban a la finca y dejaban la carretera entrando por un camino pedregoso donde dejaban el carro y junto con su padre entraban en el campo.
El carrito de las niñas
Mientras Svan iba desmochando los árboles, las niñas eran las encargadas de llevar los trozos de madera que su padre les indicaba al carro que estaba en el camino. Si los pedazos de madera eran pequeños los llevaban a pulso en los brazos y cuando eran muy pesados y grandes, tiraban de los troncones arrastrándolos por el campo hasta el carro.
En esa tarea se tiraban hasta las tres de la tarde. Svan siempre llevaba una garrafa de plástico con agua para los tres.
Las niñas acababan con los pies destrozados, pues llevaban sandalias de plástico, de esas que con el sudor y el polvo se va formando una mezcla que se mete entre los deditos pequeños, te cubre toda la planta del pie y este se desliza por dentro de la sandalia. A pesar de todo para Lía y Chisca era como un juego. No había prisa, ni futuro.
Cuando terminaban de llenar todo el carro, Svan tiraba de el hasta sacarlo hasta la carretera. Las niñas se entretenían en el campo intentado limpiarse la planta de los pies para que estos no le resbalasen en las sandalias y poder empujar el carro de su padre.
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Chisca era la más asustona de las dos y a pesar de ser la mayor, le aterrorizaba quedarse sola en el olivar. Lía, que lo sabia, jugaba con ella y le decía que iba a salir corriendo y dejarla sola. Chisca ante la provocación de Lía, le aseguró que le tiraría una piedra si no la esperaba., Cuando Lía empezó a andar hacia la carretera dejando atrás a su hermana, ésta le tiró una piedra, con tan mala fortuna que le dio en la cabeza y le hizo una herida por la cual comenzó a salirle un poco de sangre.
Cuando llegaron al final del camino, justo antes de la carretera, donde las esperaba Svan, Lía le dijo que se había tropezado y que se había caído, su padre empezó a curarla echándole agua de la que llevaban en la garrafa y le puso un trapo para presionarle la herida.
Mientras Lía gemía de dolor, Svan le preguntó que como era posible que se cayese hacia delante y la chifarrada la tuviera en la parte de atrás de la cabeza. Cuando Lía iba a revelar lo ocurrido a su padre, levantó la cabeza y vio el brillo de los ojos de Chisca que la miraba fijamente a la cara y en ese momento Lía no abrió la boca.
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Svan era demasiado bueno con ellas y no les preguntó nada más pues estaban muy cansados de recoger los troncones de madera. Una vez pasado el incidente entre las dos hermanas, y cuando Lía había recuperado el aliento, entre los tres empezaron a mover el carro de vuelta a casa.
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Cuando pasaban por delante de la casa-cuartel ─ mientras Svan se iba a la cercana taberna El Alambique ─, la mujer del jefe del cuartel, doña Lucinda, se quedaba con las dos niñas. Ellas se lavaban las manos y limpiaban sus sandalias en un grifo que había a la entrada del patio de la casa-cuartel, y mientras tanto doña Lucinda les preparaba unos huevos fritos con ajos, pues tanto a Chisca como a Lía les encantaban.
Durante el almuerzo, doña Lucinda les preguntaba que si iban al colegio y ellas le contaban que tenían que ayudar a sus padres, y que por eso no estaban en el colegio. Las niñas no paraban de hablar y Lía le dijo que el vestido de lanilla con florecitas que llevaba puesto se lo había hecho su madre.
Cuando Svan regreso del Alambique, emprendieron la marcha con el carro cargado de madera, y doña Lucinda se despidió de las niñas.
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Aunque a Svan no se le notase nada, en la taberna se había tomado más vino de lo recomendable para la vuelta y al rato empezó a pasarle factura la bebida, empezó a marearse y no podía apenas tirar del carro, aunque las niñas lo ayudaban, llegó un momento en que se cayó al suelo y no podía levantarse.
Las niñas al ver como se encontraba su padre se pusieron a llorar pero, a pesar del llanto le ayudaban a levantarse y empujaban el carro entre ellas dos. Así durante todo el resto del camino de vuelta a casa. Para las niñas era un suplicio, hasta que a Svan se le iba pasando el efecto del exceso de vino ingerido en la taberna.
Cuando estaban cerca de la casa, Svan ya se había recuperado de la borrachera del vino blanco que había tomado en El Alambique, en ese momento, les daba un par de besos a las niñas y las dejaba cerca de casa y seguía con el carro en dirección a la panadería, donde entregaba la leña que había acordado con la dueña.
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Lía y Chisca le contaban a su madre lo bien que se lo habían pasado y no le decían nada de lo ocurrido por el camino, cuando tenían que ayudar a su padre y empujar el carrito durante todo el camino de vuelta a casa.
Svan después de vender la leña recogida en el olivar, en el camino de vuelta a casa pasaba por una taberna cercana y se dejaba parte de lo ganado ese día.
La cena de la familia ese día y como casi siempre según recuerdan las niñas del carrito eran unas gachas y a dormir hasta el día siguiente, que la vida continuaba.
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Doña Lucinda les buscó un colegio ─ el Saint Anthony para niños pobres ─, para que pudieran aprender a leer y escribir, y además comer todos los días. Del pan que le daban en la comida, siempre guardaban un trozo que le llevaban a su madre, pero el hambre hacia que en el camino de vuelta a casa, se convirtiera en un trocito.
Dentro del colegio había una tapia que las separaba de otro grupo de niñas diferentes. Eran más altas y vestían de uniforme. En su grupo todas tenían ropa de lanilla floreada y sandalias de plástico.
Chisca y Lía con 16 y 15 años


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Aún hoy día las niñas recuerdan ese colegio y las aventuras en el carrito con su padre.
A pesar de los sinsabores, siempre fueron felices con Svan y Rossi a los que cuidaron hasta el final de sus días.
A las hermanas más buenas del mundo, que les trasmitieron a sus hijos/as humanidad y alegría para sus vidas.

Esta historia no se sabe si real o imaginaria, para que sus hijos y nietos las recuerden siempre

 

lunes, 2 de agosto de 2010

RELACIONES HUMANAS: VIDA EN PAREJA

   Mi padre que era muy bruto y a la vez (cosa imposible) sensible, o más bien sensiblero, decía que para que una pareja funcione debían de respetarse. Ese fue el consejo que le dio a mi hermana y a su marido –Miguel– el día de su boda cuando el sacerdote (cura) lo obligó a decir unas palabras a las personas allí reunidas, y lo hizo por su hija a pesar de que mi padre “odiaba” a la mayoría de los curas. 
   La pobre, estaba tan nerviosa los días cercanos a su boda, que de lo contenta que estaba se puso tan mal, que el día anterior a la boda la tuvieron que ingresar en el hospital, de allí salio directamente hacia la iglesia. Mi hermana cuando esta feliz y contenta se enferma y cuando esta con el “agua al cuello” le da la risa, eso le ha pasado desde pequeña. Así es la vida. 
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   Como pareja, mi hermana y Miguel siempre se llevaron bien, de hecho ella se lleva bien con casi todo el mundo, –igual le pasa a nuestra madre–; igual le ocurre a mi primo Pepe (primo por parte de padre y madre) y Lola (su mujer) lo mismo que a Oliva y a mi. Somos seres muy sencillos, tal vez debido a la infancia tan feliz que hemos tenido o puede que seamos así por naturaleza, nunca se sabrá, hasta que los científicos de alguna Universidad por aburrimiento estudien la cuestión de el por qué de este estado de felicidad.
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   Las parejas que se llevan bien, según dice mi psicóloga Isabel, han alcanzado lo que todo el mundo persigue en la vida (algo así como el “Santo Grial” de las relaciones humanas), yo al principio no me lo creía, pues para nosotros era algo normal (puede que natural), y me comentaba que las relaciones de pareja eran uno de los problemas más comunes en su consulta.
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   Durante 20 años aproximadamente estuvimos criando (educando) a nuestros hijos y cuando pudimos, nos fuimos a viajar, ─ igual que hacíamos cuando éramos niños con mis padres, tíos y primos, que íbamos a la playa a ver a unos familiares de nuestros padres (“nuestros primos lejanos”) y recorríamos de 3 a 4 de la tarde unos pocos de kilómetros de campo, atravesando unas vías de tren, siempre con mucho cuidado, pasando todos a la vez para que no nos pillara el tren que pasaba cada hora aproximadamente ─. 
   La verdad es que los viajes que hicimos no eran como el de nuestro padre, que emigró en los años 60, cuando éramos niños a Alemania para poder traer dinero a la casa y de esa forma no pasar tantas dificultades y pagar las deudas, después de estar en uno de tantos apuros económicos que pasamos cuando niños. A pesar de todo mi madre siempre dijo que nunca nos ha faltado que comer.                         
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   Las tres parejas hicimos juntos nuestro último viaje a Paris, la verdad es que todo lo que nos habían contado quedo minúsculo, nimio; nos lo pasamos de maravilla, por donde paseábamos nos miraban los franceses, pues siempre estábamos riéndonos, -cosa que en el extranjero no suelen hacer- , nos reíamos de nosotros mismos, de las bellezas de nuestro alrededor, en realidad, nos reíamos de vivir. El reírnos de esa forma en la cual disfrutábamos, es algo casi genético por parte de la familia de mi madre, sobre todo de ella misma, que seguramente tendrá un cromosoma de más, el 24R (el de la risa). 
   Teníamos planeado hacer un viaje al año, antes de que nos pillara el tiempo, después de veinte años cuidando niños y alrededor de treinta trabajando, y antes de que nos lo imposibilitara el cuidado de los abuelos y posiblemente al ritmo que vamos, el de los nietos (mi hermana ya tiene una nieta –Laura–). Todo esto es muy común en nuestras familias, mi abuela Rosario, dormía en mi cuarto, en una camita junto a la mía, allí descanso hasta el final. Un beso abuela. 
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   Las parejas que encuentran la felicidad, no quieren separarse nunca, con la mirada y un abrazo son felices, hay una complicidad que el resto de la gente no solo no entiende, sino que envidian y odian, en vez de mirar lo positivo de las cosas. 
    A mi hermana ya no pueden odiarla ni envidiarla pues le falta Miguel, pero a pesar de todo, no le faltaremos nosotros. 
   Aun así, el resto la seguirá envidiando, ese es el mal de la humanidad, de este mundo que no quieren la felicidad de los demás, cuando en realidad es la de ellos mismos. Peor para ellos.

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 Gracias Miguel por todo, donde quiera que estés. Con el tiempo estaremos juntos de nuevo. 

sábado, 17 de julio de 2010

Vacaciones de verano: "Los primos lejanos"



VACACIONES DE VERANO: “LOS PRIMOS LEJANOS”
CUANDO ERAMOS ……NIÑOS….
            En mi familia nunca hemos conocido las vacaciones ─ era algo así como cuando vi por primera vez un saco de dormir (allá por los años 80) ─, se había oído que existían, pero no se conocían.
Con el tiempo supe que las vacaciones son un periodo de tiempo en el cual todos los miembros de una gran familia se juntaban, después de que los niños terminaran el colegio, y se dedicaban a descansar y otros menesteres como acabar peleándose entre ellos, hasta las siguientes vacaciones. Entonces pensé, claro esas vacaciones si las teníamos de pequeños, pero con algunas salvedades, que duraban un día, que era el tiempo que descasaban nuestros padres (los míos y de mis primos).
Ese único día se dedicaba por ejemplo a visitar a familiares lejanos (en distancia y tiempo), la preparación consistía en que todas las madres y padres nos reunían en una casa y desde allí partíamos andando para ver en un sitio lejanísimo a los “familiares lejanos”, tan lejanos que tardábamos más de una hora andando entre campos de trigo, cementerios, vías de tren y un sol de espanto, alguna que otra barriada, llanos cubiertos de matojos secos, cardos borriqueros, etc... y cuando estábamos a punto de desfallecer de agotamiento, a lo lejos se empezaban a ver las callejuelas pequeñas de tierra reseca y arena de playa por las que se llegaba hasta la casita donde vivían nuestros “familiares lejanos”.
Vivian en una casita de playa con techo muy bajito, había que entrar bajando unos escalones para tocar el suelo de la casita, pues el nivel del suelo de la casita era mas bajo que el de la calle. Recuerdo el calor que hacia dentro de la casita, seguramente por el techo de uralita, que se caldeaba en verano y desprendía el calor hacia dentro de la casita.
Después de los consiguientes besos a todos los “familiares lejanos”, nos íbamos a la playa a jugar con una barca de pescadores que tenían los “familiares lejanos”, la arrastrábamos por la arena y la acercábamos a la orilla y allí jugábamos todos los primos.
Nuestro principal peligro en la playa no era el caerse y darse un golpe con la barca, o después de la comida que te diera el famoso corte de digestión con el que te asustaban las madres (que por cierto nunca nos dio), el peligro acechaba en la “ahogailla”, que era obligatoria para todos los primos, les gustase o no, pues era una cuestión de salud pública.
La más forzuda de mis tías y todos sabíamos quien era, se encargaba de coger a la presa: “niño distraído”, sobre todo cuando te decían a la hora de la merienda: “quítate la arena” y tu alegremente ibas hacia dentro del agua unos pasos, y descuidabas la guardia, justo en ese momento se acercaba por detrás la depredadora (mi tía) y con una mano te cogía de la cara, apretándote con los dedos pulgar e índice la nariz y con los otros tres dedos te tapaba la boca, tu como animal desprevenido intentabas con movimientos espasmódicos girar la cabeza e intentar escapar, era imposible, la otra mano iba al cogote y como dicen los rusos cuando se caen –Kataplov-, la “ahogailla”. Si te resistías, era peor, pues te mantenía mas tiempo con la cabeza dentro del agua, y si aflojaba algún dedo te entraba agua por todos lados, al final, salías casi vomitando, pero eso si, bautizado en salud para cuando vinieran los fríos del invierno.
            Después venia la llantina, un berrinche y el niño purificado en agua salada seguía jugando con la barca.
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A pesar de todo lo anterior, el miedo total y absoluto de los niños (primos) que estaban jugando con la barca, era que al volver a la casita, entre los callejones viéramos a lo lejos (o peor de cerca) dando tumbos de un lado a otro del callejón a la persona más misteriosa del lugar, de nombre desconocido pero de aspecto (para un niño terrible), el “tío del ojo doblado”.
Nunca recordaremos si era tuerto, bizco o tenia el ojo de cristal, pero su aspecto y su forma de andar, hacia que corriéramos en sentido contrario a donde venia, y casi siempre acabábamos “expulsando líquido amarillo” en algún lugar, después de salir corriendo y contarle a los demás por donde venía. No sabíamos que al contarlo, transmitíamos más miedo a los demás.
Con el tiempo pensé que seguramente a la hora que regresaba a su casa, “el tío del ojo doblado” venía de trabajar y seguramente pasaba por alguna taberna para descargar la agonía de esa vida que llevaba y que posiblemente nos esperaba a casi todos los primos, en un futuro en ese momento lejano para nosotros.
Lo peor de todo era la vuelta a nuestras casas, agotados de gastar las energías de todo un día en la casita de la playa de nuestros “primos lejanos”.
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Aquellos “estupendos” días –dos o tres en todo el verano– que pasábamos en la playa y en la casita de nuestros “familiares lejanos”, siempre los recordaremos como una aventura de travesía del desierto con ferrocarril incluido pero sin indios, juegos con barca en la arena de la playa, bocadillos de membrillo para todos, “ahogaillas” de nuestra tía para la salud y miedo en los callejones.
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Hoy día todo el mundo quiere tener un chalecito en la playa, y nosotros gracias a nuestros “primos lejanos” teníamos una casita en la playa, cuando éramos niños.....
Posiblemente esta historia sea más una fantasía de niños que una historia real, pero ¿que más da? Y lo bien que nos lo pasabamos.

domingo, 11 de julio de 2010

HISTORIAS DE MARTA


Marta F..... P....       1º ESO-A

Historia                 “El charco 28”
Hace cuarenta años, una noche de verano en el pueblo San Pablo de Buceite (Cádiz) pasaba una máquina muy antigua por una vía, que tenía una curva muy peligrosa por donde pasaba el río. Pero lo que había realmente allí era una garganta. Cuando la máquina pasó por esa curva, volcó dejándose caer rápidamente. Aquella garganta era y es la más honda que conozco.
La máquina (que era de carga) llevaba un conductor, que por suerte se salvó y salió nadando. En aquel lugar se formaba un gran charco que allí es donde se hundió. Ahora le llaman “el charco 28” porque dicen que tiene 28 metros de profundidad.
También  dicen que en verano, cuando es un verano muy seco se podría ver un poco de aquellos hierros.
Pasados unos años un muchacho que iba a bañarse se tiró de cabeza, cuando estaba completamente cubierto por el agua el charco 28 se lo tragó igual que se tragó aquella máquina de aquel verano……
N del T: De la alumna preferida, para su “profe”. Es la Marta de “Crufala y el aspirador ruidoso”.

miércoles, 7 de julio de 2010

Capítulo 8: Las golondrinas de Kabul


ZUNAIRA SE VE OBLIGADA A ESPERAR A SU MARIDO QUE HA SIDO OBLIGADO POR LOS TALIBANES A ENTRAR EN LA MEZQUITA, CON LOS DEMÁS TRANSEÚNTES A LATIGAZOS.

Deben de ser las diez y el sol ya no tiene freno. El aire está cargado de polvo. Envuelta en el velo como una momia, Zunaira se asfixia. La ira le oprime el vientre y le anuda la garganta. La ponen aún más nerviosa unos deseos locos de alzar el capuchón buscando una hipotética bocanada de aire fresco. Pero no se atreve ni a enjugarse con un pico de la burka el sudor que le chorrea por la cara. Igual que una loca atrapada en una camisa de fuerza, se queda desplomada en la escalera, derritiéndose de calor y oyendo cómo se le acelera el aliento y le late la sangre en las venas. De repente, la inunda el rencor contra sí misma por estar ahí, sentada al sol entre unas ruinas igual que un hatillo olvidado, atrayendo, a veces, los ojos intrigados de las transeúntes, y otras, las miradas despectivas de los talibanes. Se siente como un objeto sospechoso expuesto a todo tipo de preguntas, y eso la atormenta. La vergüenza se apodera de ella. Tiene clavada en el pensamiento la necesidad de salir huyendo, de volver en el acto a su casa, de meterse en ella dando un portazo y no volver a salir más. ¿Por qué accedió a acompañar a su marido? ¿Qué esperaba encontrar en las calles de Kabul que no fueran miseria y afrentas? ¿Cómo ha podido aceptar ponerse este atuendo monstruoso que la reduce a la nada, esta tienda de campaña ambulante que supone para ella una destitución y un calabozo, con esa careta de rejilla que se le estampa en la cara como celosías microscópicas, esos guantes que le impiden reconocer las cosas al tacto y ese peso que es el de los abusos? Y, sin embargo, ha sucedido lo que ella se temía. Sabía que su temeridad la exponía a lo que más aborrece, a lo que rechaza incluso dormida: la degradación. Es una herida incurable, una invalidez a la que es imposible acostumbrarse, un traumatismo que no aplacan ni las reeducaciones ni las terapias y no puede admitirse sin naufragar en el asco propio. Y ese asco Zunaira lo percibe con toda claridad; fermenta dentro de ella, le consume las entrañas y amenaza con inmolarla. Nota cómo le crece en lo más hondo del alma, igual que la hoguera de un condenado.
Puede que sea por eso por lo que está empapada y se asfixia dentro de la burka y por lo que la garganta seca parece derramarle un olor a quemado en el paladar. Una irreprimible rabia le oprime el pecho, le fustiga el corazón y le hincha las venas del cuello. Se le nublan los ojos: está a punto de romper en sollozos. Haciendo un esfuerzo inaudito, empieza por apretar los puños para que dejen de temblarle, endereza la espalda y se esfuerza por controlar la respiración. Poco a poco va ahogando la ira, paso a paso deja de pensar. Tiene que aguantar el padecimiento con paciencia y esperar hasta que regrese Mohsen. Bastará una torpeza o una queja para que se exponga inútilmente al celoso enardecimiento de los talibanes.
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Nota: Dedicado a Bibiana Aido, para que cuando diga que esto es un problema “complejo”, que debe ser abordado "desde el sosiego y la tranquilidad". Que piense un poquito y entienda como se siente una persona enjaulada por los integristas de su religión. (No confundir con el resto de las personas que profesan libremente una religión y no se la imponen a los demás). 
                                                                                                              

sábado, 19 de junio de 2010

CRUFALA Y EL ASPIRADOR RUIDOSO (FINAL)


LA VISIÓN DE JANA
Cuando Jana iba camino de su despacho tropezó con el profesor de la asignatura de comprensión empática del alumno (la cual no existe en casi ninguna parte del mundo, ya lo explicaremos alguna vez), al que denominaba Crufala “el lengua” porque creía que siempre estaba hablando de ella, en realidad su nombre era Facso (parecido a facsímil, - un libro pequeñito que al abrirlo se veía todas las personas reflejadas como eran realmente en su interior-), de hecho tenía una visión prodigiosa pues era capaz de distinguir mediante el áurea que emitía cada persona el grado de maldad, aunque no siempre le funcionaba.
En ese tropiezo de Jana, la bella, con Facso, el facsímil, la primera empezó a salir del efecto producido por el ardiente gas etéreo que le había descargado Ranqua. Al principio no reconoció a Facso, éste de inmediato se dio cuenta que algo le ocurría, pues al hablarle, Jana no le contestaba con palabras coherentes, solo decía monosílabos, como, si, no, yo, tu, eh, etc.….
Facso la acompaño hasta su despacho y la sentó en su silla, le abrió la ventana, para que el aire le disipara los efectos del atolondramiento y le preparó en un calentador eléctrico que Jana tenia al lado del aspirador y otros artilugios que guardaba en un armario, un brebaje para eliminarle el efecto monosilábico. 
Entre el tiempo que pasó desde que Ranqua le lanzó el gas imperceptible de las pústulas rojas y amoratadas de su vientre y cuando tomó conciencia de que estaba en su despacho sentada en su silla después de tomar el brebaje disipador del efecto monosilábico, Jana experimentó la manifestación de un secreto.
Jana tuvo un sueño revelador de cómo eran en realidad las tres dominantes, vio que no eran seres humanos, - los pudo ver sin esa envoltura de humanidad - , sino que eran almas malignas que se habían introducido en los profesores que se dejaban querer por dichos espíritus y de esa forma nadie podía distinguirlos del resto de profesores del colegio.
Así Crufala -era la principal de las dominantes-, era tanto la madre como el padre de los otros dos (Friaca y Ranqua), pues era hermafrodita, un ente único destinado a hacer el mal por donde pasase, y cada uno de sus dos dominantitos tenían parte de sus características. Friaca había recibido de Crufala su maldad hacia los demás y era vengativa hasta la agonía, su cubierta exterior era exactamente igual, de un color oscuro verdoso como la de un sapo, (de aquellos gordos que Jana había visto de pequeñas en algunas charcas) y no soportaba a los niños, sobre todo cuando le contradecían en algo.
Ranqua su descendiente menor, no era vengativa por ella misma y soportaba algo a los niños, tenia una voz encantadora para engatusar a los profesores y cuando estos se descuidaban, a la orden de Crufala les enviaba ese gas etéreo que salía de las costras de su cuerpo para envolverlos en una nube de indiferencia y olvido mental de todo lo ocurrido o para atraerlos hacia el lado tenebroso de las dominantes; de hecho, había un cierto número de profesores que estaban encantados con su forma de tratar a los niños.
Los profesores hechizados por las dominantes, no eran conscientes del daño que estaban provocando a los niños que no les seguían la corriente y a los profesores que todavía no se habían vistos afectados por la extraña esencia que desprendía las emanaciones de Ranqua.
*   *   *   *   *
Jana le contó la revelación a Facso, y se plantearon entre ambos averiguar quienes eran los profesores que todavía no habían padecido los efectos embaucadores de los espíritus etéreos que les hacían someterse a Crufala, Friaca y Ranqua.
Pensaron que con la ayuda de ellos, y de los niños, podrían desenmascarar a los tres seres irreconocibles para el resto del colegio.

EL MISTERIO DEL ASPIRADOR RUIDOSO
Cuando Jana se había recuperado del todo, Facso le preguntó ¿que era aquello que estaba en lo alto del armario?
Y ella le contestó que era el motivo por el que le habían atacado las dominantes: un aspirador que no funcionaba. Facso era profesor de la asignatura de ciencia empática, entre otras cosas, había inventado un aparato que era capaz de oír los gemidos del interior de los niños, aunque estos no llorasen con lágrimas, y en ese momento empezó a parpadear el invento, observaron que al acercarlo al aspirador, la luz que emitía era cada vez de mayor intensidad. Pero al intentar abrir el aspirador vieron que no podían, entonces recordaron que había un horno gigante cuya utilidad nunca se supo y que Jana tenia en un cuartito anexo a su despacho.
Se les ocurrió la inverosímil idea de meterlo dentro del horno gigante de ondas delegadas (era el nombre del lugar de donde vino el horno), para intentar desprender la carcasa del aspirador.
Cuando el aspirador llevaba unos minutos en el “horno”, la puerta se desencajo y reventó, saliendo disparados hacia fuera trozos del aspirador y una especie de bola donde había algo dentro. El exterior de la bola tenia aspecto gelatinoso y pegajoso; al tocar Jana la bola, esta de pronto se abrió y para su sorpresa encontraron dentro un niño que cuando lo pudieron limpiar de la capa gelatinosa que lo cubría descubrieron que era Fernando, el niño que vomitó sobre Crufala a comienzo de curso y que los amigos creían que se había ido a otro colegio.
Fernando apenas podía respirar, pero estaba vivo, estaba muy delgadito y no había crecido nada durante ese periodo que estuvo encerrado en la bola gelatinosa que había dentro del aspirador; cuando recuperó la respiración y el habla, contó lo que le había pasado.
Cuando Friaca me llevó a su cubículo, me dejó allí sentado en un sofá muy cómodo y creo que me dormí, cuando desperté me vi rodeado de tres seres extraños y uno de ellos me disparó un gas que me dejo paralizado y empezaron a hacer un ovillo a mi alrededor con hilos de gelatina pegajosa hasta que me dieron forma de bola.
Fernando dijo que él lo escuchaba todo, pero que no podía moverse, cuando terminaron la esfera gelatinosa, alguien llamó a la puerta y entonces para que no lo descubrieran, lo metieron dentro del aspirador y ya no recordaba nada más.
Entre los tres intentaron montar el aspirador para que pareciera que no habían descubierto el secreto de esos seres dominantes y lo colocaron en el armario donde estaba.

EL FUMIGADOR FULLERO
Cuando Jana intentó averiguar cuantos profesores estaban abducidos por esos seres, para su sorpresa, observó que no se podía confiar de casi nadie, pues la mayoría saludaba a Crufala todas las mañanas de forma muy amistosa, y no podía distinguir unos de otros.
Cuando ya creía que no habría solución para el problema, aparecieron unas pulgas en algunas aulas del colegio.
Las pulgas, además de picar a los humanos, era a lo único que  le tenían miedo las dominantes, pues su picadura para ellas era mortal, ya que las desposeía de sus poderes y tenían que escapar de su envoltura humana.
Rápidamente Friaca llamó y contrató los servicios de  un fumigador, éste le dijo que necesitaba un fin de semana para eliminar todas las pulgas y que no podía entrar nadie en el colegio durante todo ese fin de semana pues los productos químicos para eliminar las pulgas eran muy peligrosos para las personas. Y quedaron para ese fin de semana.
Friaca le contó a Crufala que el fumigador se encargaría ese fin de semana de eliminar las pulgas (sus enemigos más temibles). Esta pensó que ese domingo cuando hubieran terminado de eliminar esos bichitos tan indeseables que se les metían  por todos los orificios  de su cuerpo y les producían una perdida de su poder  destruyéndoles todas las armas que tenían para anular la mente a los profesores y niños, y lo que era peor, no les permitía vivir en el planeta al no poder coger el suficiente oxigeno y nitrógeno para mantener su forma externa en un cuerpo humano.
Cuando el fumigador llegó el sábado por la mañana al centro con sus herramientas exterminadoras de pulgas se dio cuenta que los productos estaban caducados y que posiblemente no harían efecto a las pulgas, pero a pesar de todo cerró todo el colegio y empezó a trabajar (con sus mascarillas, etc.), cuando terminó por la noche el único efecto que produjo en las pulgas es que estas aumentaron en número y en tamaño.

DOMINGO SINIESTRO
Las tres dominantes llegaron a las puertas del colegio cuando oscurecía, para que nadie pudiera reconocerlas. Las alarmas no estaban conectadas y de todas maneras ellas sabían los códigos de seguridad de las mismas.
Entraron con sigilo por la puerta metálica principal de acceso al centro, y se fueron directamente al control de llaves; no encendieron ninguna de las luces para que no se viera nada desde el exterior, allí recogieron una copia de las llaves del despacho de Jana, pues lo que querían eran llevarse el aspirador y hacerlo desaparecer definitivamente para que no se destapara su secreto, sin saber que ya estaba descubierto, tanto por Jana como por Facso.
Cuando iban por el pasillo que comunicaba con el despacho de Jana, Ranqua notó como por las piernas le iba subiendo algo que le causaba dolor; sin darse cuenta tropezó y cayó al suelo, ya no se levantó, pues fue inmediatamente cubierta por un ejercito de pulgas ávidas de la gelatina interna que tenía Ranqua, no le dio tiempo a chillar pues al caerse se golpeó la boca contra el suelo. Crufala y Friaca como iban excitadas por entrar en el despacho de Jana, no advirtieron que Ranqua ya no las seguía.
Las pulgas dieron cuenta de todo el envoltorio gelatinoso de Ranqua y después las que no murieron al comerse a Ranqua,  se fueron siguiendo el rastro de las otras dos.
Crufala y Friaca entraron en el despacho de Jana y encendieron la luz para poder encontrar mejor el aspirador. Abrieron todos los armarios hasta que lo encontraron. Al husmearlo, para su sorpresa, no encontraron rastro del niño que habían encapsulado allí dentro. De la embestida de adrenalina que les dio, se pusieron a castañetear los colmillos, pensando en eliminar a Jana en cuanto pudieran.
Antes de salir, apagaron las luces y al abrir la puerta no pudieron ver como se lanzaban sobre ellas el resto de las pulgas asesinas de dominantes que quedaban en el pasillo, empezaron a gritar de pánico pues no se esperaban a sus enemigos mas encarnizados de toda la galaxia.
A cada picotazo que les daban las pulgas, ellas se retorcían de dolor, y cuando una pulga estaba llena del líquido gelatinoso que le absorbía a Crufala y Friaca, explotaba liberando un ácido verdoso que les producía unas quemaduras en la piel de las dos dominantes que todavía se mantenían vivas.
Al caer al suelo fueron limpiadas de toda la gelatina que tenían en su interior y su caparazón externo fue destrozado por las quemaduras. Al final las pulgas reventaron de tanto alimento gelatinoso.
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Después de lo ocurrido, Ranqua, Friaca y Crufala quedaron desprovista de su aspecto terrorífico que conocía Jana la bella y con la ropa deteriorada de tanto ácido. Como consecuencia del ataque de las pulgas que había en el colegio, perdieron sus poderes y su capacidad de seducción sobre los profesores y niños del centro y recuperaron su aspecto humano que tenían en otro tiempo. No recuperaron el conocimiento hasta el lunes por la mañana cuando el conserje abrió el centro y encendió las luces.
Uno de los efectos fue la recuperación de su aspecto humano, pero no tenían las mismas capacidades mentales y no entendían donde estaban ni quienes eran.
Cuando llegó un equipo del 061 para trasladarlas al hospital, los médicos les dijeron a los profesores que nunca se recuperarían para poder trabajar en el colegio.
Los profesores abducidos no se acordaban de todo el mal que habían hecho a Jana, Facso y otros profesores que no se dejaron influenciar por los poderes de las dominantes. 

EPÍLOGO
La limpieza del colegio fue muy difícil debido a la gran cantidad de fluido gelatinoso y restos de pulgas ácidas. Durante una semana estuvo el colegio clausurado para su limpieza y no hubo clase.
Los niños gritaron de alegría y también los profesores.
Marta y Fernando