lunes, 2 de agosto de 2010

RELACIONES HUMANAS: VIDA EN PAREJA

   Mi padre que era muy bruto y a la vez (cosa imposible) sensible, o más bien sensiblero, decía que para que una pareja funcione debían de respetarse. Ese fue el consejo que le dio a mi hermana y a su marido –Miguel– el día de su boda cuando el sacerdote (cura) lo obligó a decir unas palabras a las personas allí reunidas, y lo hizo por su hija a pesar de que mi padre “odiaba” a la mayoría de los curas. 
   La pobre, estaba tan nerviosa los días cercanos a su boda, que de lo contenta que estaba se puso tan mal, que el día anterior a la boda la tuvieron que ingresar en el hospital, de allí salio directamente hacia la iglesia. Mi hermana cuando esta feliz y contenta se enferma y cuando esta con el “agua al cuello” le da la risa, eso le ha pasado desde pequeña. Así es la vida. 
*          *          *         *     
   Como pareja, mi hermana y Miguel siempre se llevaron bien, de hecho ella se lleva bien con casi todo el mundo, –igual le pasa a nuestra madre–; igual le ocurre a mi primo Pepe (primo por parte de padre y madre) y Lola (su mujer) lo mismo que a Oliva y a mi. Somos seres muy sencillos, tal vez debido a la infancia tan feliz que hemos tenido o puede que seamos así por naturaleza, nunca se sabrá, hasta que los científicos de alguna Universidad por aburrimiento estudien la cuestión de el por qué de este estado de felicidad.
*          *          *         *
   Las parejas que se llevan bien, según dice mi psicóloga Isabel, han alcanzado lo que todo el mundo persigue en la vida (algo así como el “Santo Grial” de las relaciones humanas), yo al principio no me lo creía, pues para nosotros era algo normal (puede que natural), y me comentaba que las relaciones de pareja eran uno de los problemas más comunes en su consulta.
*          *          *         *
   Durante 20 años aproximadamente estuvimos criando (educando) a nuestros hijos y cuando pudimos, nos fuimos a viajar, ─ igual que hacíamos cuando éramos niños con mis padres, tíos y primos, que íbamos a la playa a ver a unos familiares de nuestros padres (“nuestros primos lejanos”) y recorríamos de 3 a 4 de la tarde unos pocos de kilómetros de campo, atravesando unas vías de tren, siempre con mucho cuidado, pasando todos a la vez para que no nos pillara el tren que pasaba cada hora aproximadamente ─. 
   La verdad es que los viajes que hicimos no eran como el de nuestro padre, que emigró en los años 60, cuando éramos niños a Alemania para poder traer dinero a la casa y de esa forma no pasar tantas dificultades y pagar las deudas, después de estar en uno de tantos apuros económicos que pasamos cuando niños. A pesar de todo mi madre siempre dijo que nunca nos ha faltado que comer.                         
*          *          *         * 
    
   Las tres parejas hicimos juntos nuestro último viaje a Paris, la verdad es que todo lo que nos habían contado quedo minúsculo, nimio; nos lo pasamos de maravilla, por donde paseábamos nos miraban los franceses, pues siempre estábamos riéndonos, -cosa que en el extranjero no suelen hacer- , nos reíamos de nosotros mismos, de las bellezas de nuestro alrededor, en realidad, nos reíamos de vivir. El reírnos de esa forma en la cual disfrutábamos, es algo casi genético por parte de la familia de mi madre, sobre todo de ella misma, que seguramente tendrá un cromosoma de más, el 24R (el de la risa). 
   Teníamos planeado hacer un viaje al año, antes de que nos pillara el tiempo, después de veinte años cuidando niños y alrededor de treinta trabajando, y antes de que nos lo imposibilitara el cuidado de los abuelos y posiblemente al ritmo que vamos, el de los nietos (mi hermana ya tiene una nieta –Laura–). Todo esto es muy común en nuestras familias, mi abuela Rosario, dormía en mi cuarto, en una camita junto a la mía, allí descanso hasta el final. Un beso abuela. 
*          *          *         *
   Las parejas que encuentran la felicidad, no quieren separarse nunca, con la mirada y un abrazo son felices, hay una complicidad que el resto de la gente no solo no entiende, sino que envidian y odian, en vez de mirar lo positivo de las cosas. 
    A mi hermana ya no pueden odiarla ni envidiarla pues le falta Miguel, pero a pesar de todo, no le faltaremos nosotros. 
   Aun así, el resto la seguirá envidiando, ese es el mal de la humanidad, de este mundo que no quieren la felicidad de los demás, cuando en realidad es la de ellos mismos. Peor para ellos.

*          *          *         *
 Gracias Miguel por todo, donde quiera que estés. Con el tiempo estaremos juntos de nuevo.